El corazón de David lo golpeó, porque le había cortado la falda a Saúl. Las razones que impidieron que David matara a Saúl, eran dignas de un hombre valiente y generoso, un hombre de piedad y virtud. No se atrevió a extender su mano contra el ungido del Señor. Bajo este carácter sagrado se olvidó de que Saulo era su enemigo implacable, e instantáneamente sacrificó su resentimiento a su conciencia y deber; actuando así con bondad y grandeza de mente, lo que Saúl pensó que ningún hombre en el mundo podría haber hecho fuera de él.

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