Entonces Elí llamó a Samuel y le dijo: O para no afligir a Elí, o para desagradar a Dios, Samuel temía contarle a este infeliz padre lo que le había sido revelado. Pero Elí, naturalmente angustiado e inquieto, lo presiona con vehemencia para que no le oculte nada: lo conjura con una solemne imprecación: Dios te lo haga, etc. lo que obligó a Samuel a satisfacer su deseo. La manera en que Elí recibió esta terrible denuncia le da gran crédito a su carácter. Reconoció la grandeza de su falta y se resignó humildemente a la voluntad de Dios.

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