Y los lavarás con agua. Lo primero que debías hacer al consagrar a los sacerdotes era lavarlos por completo con agua; en señal, sin duda, de esa pureza universal a la que les obligaba su sagrado servicio. Se les ordenó lavarse las manos y los pies cada vez que entraran en el tabernáculo y ministraran en el altar; ver cap. Éxodo 30:19 y compare Juan 13:10 con lo que se ha observado sobre la ablución en nuestra nota sobre el cap. Éxodo 19:10 .

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