De Jehová salió fuego y los devoró; más bien, los destruyó; los derribó como un relámpago, porque sus mantos no se consumieron; ver Levítico 10:5 . De ahí que, como observan Grocio y Lamy, los judíos tengan la costumbre de estrangular o asfixiar a los condenados a ser quemados, sin reducirlos a cenizas. El obispo Hall observa que "fueron los más castigados por ser hijos de Aarón: porque si los hijos de padres religiosos, después de toda la crianza cristiana, avergüenzan su educación, Dios la toma más atrozmente y la venga con más severidad: más lazos del deber, más plagas de negligencia ".

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