No respondas un tonto, etc.— Quienes elijan revisar la antigüedad, con su vestimenta antigua, observarán que si la locura de estos tontos hubiera sido sólo de una condición o denominación, entonces el consejo de responder, y no responder, habría ha sido repugnante para sí mismo: pero como su locura era de varios tipos, en algunos de los cuales responder podía ofender la dignidad, y en otros no responder podía dañar los intereses de la verdad; responder, y no responder, es una dirección coherente y, por lo que saben los críticos, puede ser una dirección muy acertada. Si se hubiera dado el consejo de forma sencilla y sin circunstancias, de responder al necio y no responderle,un crítico, que tuviera reverencia por el texto, se contentaría con suponer que las diferentes direcciones se refieren a hacer algo dentro y fuera de tiempo. Pero cuando al consejo general de contestar, se agrega esta circunstancia, según su locura, se excluye esa interpretación; y de hecho surge una dificultad, una dificultad que ha hecho que quienes no tienen respeto por el texto lo acusen de absurdo y contradicción.

Pero ahora a cada dirección se añaden las razones, por qué un necio debería y por qué no debería ser respondido; razones que, juntas y comparadas, a primera vista son suficientes para hacer sospechar a un crítico que toda la contradicción reside en sus propias ideas incumbentes. 1. La razón dada, por qué un necio no debe ser respondido de acuerdo con su necedad, es para que él [el que responde] no sea como él. 2. La razón dada por la cual se le debe responder de acuerdo con su necedad, es que no sea [el necio] sabio en su propia opinión. La causa asignada para prohibir responder,por lo tanto, insinúa claramente que el defensor de la religión no debe imitar al que la insulta en sus modos de disputa, que pueden comprenderse en sofismas, bufonadas y escaramuzas. La causa asignada de dirigir para responder, como claramente insinúa, que el sabio debe dirigirse a refutar al tonto sobre sus propios falsos principios, mostrando que conducen a conclusiones muy alejadas , muy opuestas a, de aquellas impiedades que él deduciría de ellos.

¿Qué puede producir mejor el efecto aquí insinuado, la cura de la vana presunción del tonto de su sabiduría superior? Si algo puede calmar la vanidad del necio y evitar que sea ​​sabio en su propia vanidad, debe ser la deshonra de que sus propios principios se vuelvan contra sí mismo y demuestren que destruye sus propias conclusiones. ¿Qué puede ser más mortificante?

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