Que no venga contra mí el pie del orgullo; que no sea pisoteado por el orgullo, ni quebrantado en pedazos por el brazo de la violencia. Parece haber una belleza particular en esta expresión, con la que David insinúa elegantemente la altanería arrogante y la insolencia desdeñosa de su enemigo; quien, si lo tuviera en su poder, lo despreciaría y lo pisotearía.

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