El tenía miedo. - No hay duda de que Saúl se desanimó al ver las filas enemigas desde la eminencia de Gilboa. Eran mucho más numerosos de lo que esperaba. Pero la verdadera razón de su temblor debe buscarse en la conciencia de que Dios lo había abandonado. Muchos de los guerreros israelitas bien conocidos, durante los últimos acontecimientos, se habían puesto al servicio de su temido rival, David, y él sabía que David era ahora vasallo de Aquis, un rey filisteo.

Podemos imaginar a Saúl, el desamparado de Dios, parado en la colina de tiza blanca de Gilboa, contemplando las largas filas de tiendas filisteas levantadas en la colina opuesta de Sunem, preguntándose si su viejo amigo estaría allí, con sus poderosos seguidores, en la división de Gat.

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