Destruiréis por completo. - En primer lugar, estos requisitos es la destrucción de todo vestigio de idolatría. En la tierra de Jehová no debe haber rastro de ningún otro dios que no sea Él. El incumplimiento de este mandato en la historia temprana de Israel ha llevado a algunos a suponer que el mandato en sí pertenece a tiempos posteriores. Pero debe observarse que la destrucción de estas cosas está indisolublemente relacionada con la conquista del país en detalle.

Era parte del trabajo asignado a las diversas tribus de Israel cuando Josué dividió la tierra. Su obra consistía en conquistar los ejércitos cananeos y darle a Israel la posesión de sus principales ciudades. Luego asignó la tierra a las distintas tribus, para que la hicieran suya en todo momento. Obviamente, si cada tribu hubiera insistido en destruir todos los monumentos de idolatría en su propio territorio, debió haber seguido uno de dos resultados: o el resto de las naciones cananeas debe haber estado excitado por nuevos actos de rebelión y hostilidad, que resultaron en su exterminio o de lo contrario deben haberse entregado por completo a la adoración de Jehová.

Pero Israel desobedeció la orden. Ellos mismos no se rindieron a la idolatría en la época de Josué. El disturbio hecho respecto al altar Ed (ver Josué 22 ) es suficiente por sí mismo para probar el rigor de la ley contra los altares extraños. Pero al quedar los cananeos sin ser molestados después de que dejaron de resistir abiertamente, y sus objetos de adoración sin ser molestados, hubo constantes tentaciones a la idolatría, a las cuales Israel cedió.

Y así no fue hasta los tiempos de Ezequías y Josías que estas leyes se llevaron a cabo. Pero esto no prueba que la ley haya llegado a existir entonces, como tampoco la condición actual de la raza humana prueba que el hombre no fue creado a la imagen de Dios en el Paraíso.

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