XXVII.

Este capítulo se ha llamado muy bien "La espada de Tiro". Es un lamento por su caída, no porque el profeta quisiera que fuera de otra manera, sino simplemente por el terror y la tristeza del evento en sí. Es único entre las representaciones de las Escrituras por la plenitud de detalles con que se describe la grandeza de Tiro; pero esto está bastante de acuerdo con la peculiaridad de la mente de Ezequiel.

La descripción se lleva a cabo bajo la figura de un barco bien construido, perfectamente tripulado y equipado, navegando por todas partes, dedicado al lucrativo comercio; pero al final, llevada a mares agitados y tormentas, naufraga y se hunde. Esta figura prolongada está generalmente bien sostenida, aunque, a la manera de este profeta, se permite ocasionalmente que la realidad se abra paso en aras de la claridad y el énfasis.
Toda la lamentación se explica tanto por sí misma que sólo será necesario adjuntar breves notas sobre pasajes que, especialmente en nuestra versión, no son del todo claros.

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