Entonces matará la cabra. - Como el acto de expiación por él mismo y por el sacerdocio se completó así con la aspersión de la sangre, el sumo sacerdote salió nuevamente del Lugar Santísimo de la misma manera que antes, colocó el vaso en un soporte de oro en el Templo, expresamente preparado para este propósito, y regresó al atrio, al altar del holocausto. En el lado norte del altar mató el macho cabrío que la suerte había destinado a Dios, y que era la ofrenda por el pecado del pueblo.

Como en el caso del becerro, que era su propia ofrenda por el pecado, recogió la sangre en el cuenco y entró en el Lugar Santísimo por tercera vez. Se colocó en la misma posición que antes, asperjó y contó las aspersiones de la misma manera y, al regresar al Lugar Santo, colocó la vasija en otro soporte.

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