Versículo 58. Y sus vecinos y sus primos - se alegraron con ella... Porque la esterilidad era un reproche; y ahora se regocijaban con su pariente, de quien ese reproche había desaparecido. Alegrarse con aquellos a quienes Dios ha favorecido, y felicitarlos por las ventajas que les ha concedido, es un deber que la humanidad, la caridad y la religión nos llaman a cumplir.

1. Es un deber de humanidad que debe cumplirse puntualmente. Todos somos miembros de los demás, y debemos alegrarnos del bienestar del conjunto. El que se alegra de la prosperidad de su prójimo, aumenta la felicidad de éste, y obtiene un añadido a la suya propia.

2. Es un deber que la caridad o el amor fraternal nos exige cumplir con sinceridad. En el mundo cortés, no hay deber que se cumpla mejor de palabra que éste; pero la sinceridad está totalmente desterrada, y tanto el que da como el que recibe están convencidos de que los cumplidos y los buenos deseos no significan nada. El que no se esfuerza por participar sinceramente en la prosperidad de su vecino, pronto sentirá un amplio castigo en el espíritu de los celos y la envidia.

3. Es un deber de la religión, que debe cumplirse con piedad. Estos vecinos y parientes vieron que Dios había engrandecido su misericordia con Isabel, y reconocieron su mano en la obra. Dios es el dispensador de todo bien; distribuye sus favores con misericordia, juicio y justicia. Honrémosle en sus dones; y honremos a los que, por su causa, son objeto de su favor. La sociedad de los creyentes no es más que un solo cuerpo; los talentos, c., de cada individuo son provechosos para toda la comunidad; al menos, ninguno se vio privado de participar en el bienestar general, sino aquellos que, por celos o envidia, se niegan a alegrarse con aquel hacia quien Dios ha magnificado su misericordia.

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