Versículo Números 17:8 . La vara de Aarón - reverdeció.  

Es decir, en la misma vara o bastón se encontraban brotes, flores y frutos maduros. Este hecho fue tan incuestionablemente milagroso, como para decidir el asunto para siempre y probablemente esto tenía la intención de mostrar que en el sacerdocio, representado por el de Aarón, debe encontrarse el principio, el medio y el fin de toda buena obra. Los brotes de los buenos deseos, las flores de las resoluciones santas y las profesiones prometedoras, y el fruto maduro de la fe, el amor y la obediencia, todo brota del sacerdocio del Señor Jesús. Algunos han pensado que el bastón de Aarón (y quizás los bastones de todas las tribus) estaba hecho de la amígdala communis, o almendro común. En un suelo y un clima favorables, crece hasta seis metros de altura; es uno de los árboles más nobles y florecientes de la naturaleza: sus flores son de un rojo delicado, y las echa a principios de marzo, habiendo empezado a brotar en enero. Su nombre viene de shakad, despertar, porque brota y florece antes que la mayoría de los árboles. Y es muy probable que los bastones de mando, que llevaban los jefes de todas las tribus, estuvieran hechos de este árbol, simplemente para significar la vigilancia y el cuidado asiduo que los jefes debían tener de las personas encomendadas, en el curso de la providencia divina, a su custodia.

Todo en este milagro está tan lejos del poder de la naturaleza, que no podía quedar ninguna duda en la mente del pueblo, o de los envidiosos jefes, de la designación divina de Aarón, y de la interferencia especial de Dios en este caso. Ver un trozo de madera largamente cortado de la cepa madre, sin corteza ni humedad, colocado en un lugar seco durante una sola noche, con otros en las mismas circunstancias, y ver que ese trozo de madera se reanuda y muestra la perfección de la vida vegetativa, brotando, floreciendo y dando frutos maduros al mismo tiempo, debe ser una demostración tal de la interferencia peculiar de Dios, como para silenciar toda duda y satisfacer todo escrúpulo. Es digno de mención que un cetro, o bastón de mando, reanudando su vida vegetativa, se consideraba una imposibilidad absoluta entre los antiguos; y como estaban acostumbrados a jurar por sus cetros, esta circunstancia se añadía para establecer y confirmar el juramento. Un ejemplo notable de esto lo tenemos en HOMERO, Ilíada, lib. i., ver. 233, etc., donde Aquiles, en su furia contra Agamenón, habla así: -

Αλλ' εκ τοι ερεω, και επι μεγαν ὁρκον ομουμαι-

Ναι μα τοδε σκηπτρον, το μεν ουποτε φυλλα και οζους

Φυσει, επειδη πρωτα τομην εν ορεσσι λελοιπεν,

Ουδ' αναθηλησει- περι γαρ ῥα ἑ χαλκος ελεψε

Φυλλα τε και φλοιον-

ὁ δε τοι μεγας εσσεται ὁρκος.

Pero escuchad: haré un juramento solemne:

Por este mismo cetro que nunca brotará,

ni brotará, como una vez que, habiendo dejado

a su progenitor en la cima de la montaña, en el momento que

El hacha del leñador arrancó su verde follaje

y despojado de su corteza, nunca volverá a crecer.

COWPER.


VIRGIL representa al rey Latino jurando de la misma manera, para confirmar su pacto con AEneas: -


Ut SCEPTRUM hoc (dextra sceptrum nam forte gerebat)

Nunquam fronde levi fundet virgulta neque umbras,

Cum semel in silvis imo de stirpe recisum.

Matre caret, posuitque comas et brachia ferro;

Olim arbos, nunc artificis manus aere decoro

Inclusit, patribusque dedit gestare Latinis,

Talibus inter se firmabant foedera dictis.

AEn., lib. xii., ver. 206-12.

Así como este cetro real (pues llevaba

Un cetro en su mano) nunca más

brotará en ramas, ni renovará el nacimiento;

Huérfano ahora, cortado de la madre tierra

Por el hacha afilada, deshonrado de su pelo,

y encajonado en latón, para que lo lleven los reyes de Latia.

Y así, a la vista del público, se ató la paz

Con votos solemnes, y jurados por ambas partes.

DRYDEN.


Cuando se considera la circunstancia de que la vara o el cetro se usaban antiguamente de esta manera, y la absoluta imposibilidad de su revivificación tan fuertemente invocada, parece haber sido un instrumento muy apropiado para la presente ocasión, pues el cambio que pasó en él debe ser reconocido como un milagro inmediato e incontestable.

 

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