Versículo Salmo 146:4 . Su aliento sale. Su existencia depende simplemente, según Dios, del aire que respira. Cuando deja de respirar, deja de vivir; su cuerpo, desde ese momento, comienza a reclamar su afinidad con la tierra; y todos sus pensamientos, propósitos y proyectos, ya sean buenos o malos, se reducen a la nada y perecen. Aquel, pues, que no tiene otra dependencia, ha de ser necesariamente miserable.

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