y Jesús sabía sus pensamientos ,. Él no solo escuchó sus palabras blasfemas, sino que era privilegiada para sus pensamientos secretos; Sabía sus viles intenciones y diseños maliciosos, con qué punto de vista se expresaron de esta manera, a propósito para reprocharlo, y poner a las personas contra él, contrariamente a la luz interior de sus mentes, y dictadas de sus conciencias; que debe, y sabía el contrario de lo que dijeron: y con respecto al marco interior de sus mentes, así como sus palabras, y que es una prueba de su omnisciencia, y también su deidad, y en consecuencia de su mesías,.

les dijo las siguientes parábolas, ya que Mark los llama, Marco 3:23 o expresiones proverbiales:

cada reino dividido contra sí mismo se lleva a la desolación ; un gobierno, en el que hay un desacuerdo entre los jefes de la misma, y ​​el cuerpo de la gente, o donde una parte se opone a la otra, o en la que se inicia una guerra civil e intestino, no se puede continuar, no puede continuar en ningún caso cómodo Situación, y estado floreciente, pero no debe llegar a nada: esta es una máxima que se ha verificado tan a menudo, que nadie dudará la verdad de la misma; Y lo mismo se mantiene cierto en comunidades menores, de ciudades y familias:

y cada ciudad, o casa, dividida contra sí misma, no se mantendrán en pie . Si los ciudadanos se caen con sus magistrados, o uno con otro, y resultan, y disfranchise; Y si las cabezas de las familias, y las ramas respectivas, se pelean y se dividen entre sí, una disolución del todo debe surgir; Y lo mismo puede ser dicho del Reino y Gobierno de Satanás. Estos, es muy probable, eran dichos comunes entre los judíos, y podrían ser muy fáciles de entender por ellos; y son producidos de manera muy apropiada por Cristo para ilustrar el presente caso, y confutar las sugerencias viles y blasfemas de los fariseos: una expresión proverbial, como a estos, se lea en los escritos de los judíos, ל בית שיש בו מחלוקת סופו ליחרב, "Cada casa, en la que hay una división, al final llegará a la desolación" u.

u derech eretz, c. 5.

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