La voz del SEÑOR clama a la ciudad, y [el hombre de] sabiduría verá tu nombre: oíd la vara, y quién la estableció.

(h) Es decir, que cuando Dios habla a cualquier ciudad o nación, los piadosos reconocerán su majestad y no considerarán al hombre mortal que trae la amenaza, sino a Dios que la envía.

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