«En el principio creó Dios los cielos y la tierra». Esto fue seguido por Su creación de todo lo que tiene aliento, y finalmente el hombre, que es exhortado a acordarse de su Creador en los días de su juventud (Ec. 12:1).

El mundo gentil es acusado de servir a la criatura en lugar de al Creador (Ro. 1:25). Del Hijo de Dios se dice: «Todas las cosas por medio de él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho» (Jn. 1:3; cp. Col. 1:16). En He. 1:2 se insiste en este extremo: «Dios... nos ha hablado en el Hijo... por medio del cual hizo también el universo». Por ello Dios es el Creador, y el Hijo es la Persona de la Deidad por quien todo el universo fue creado. El hombre debe lealtad a su Creador. El salmista dijo devotamente: «Venid, adoremos y postrémonos; arrodillémonos delante de Jehová nuestro Hacedor» (Sal. 95:6).

De los impíos se dice: «¡Ay del que pleitea con su Hacedor!» (Is. 45:9).


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