(heb. «Tannin»; gr. «drakõn»).

Puede significar cualquier gran reptil, serpiente, o monstruo marino, símbolo de una gran criatura destructora.

Las naciones condenadas a la destrucción y desolación, incluyendo Jerusalén, son descritas como moradas de dragones (Is. 34:13; 35:7; Jer. 9:11; 10:22; 51:37).

A Faraón, rey de Egipto, se le llama el gran dragón (Ez. 29:3).

Como una de las criaturas de Dios, el dragón es llamado a alabar a Jehová (Sal. 148:7).

En el NT el dragón es un tipo de Satanás y de aquellos movidos por él.

En Ap. 12:3 el «gran dragón rojo, con siete cabezas y diez cuernos» es símbolo del poder de Satanás en la forma del Imperio Romano: intentó, en la persona de Herodes, destruir a Cristo al nacer. En Ap. 13:2, 4 es Satanás quien da al Imperio Romano redivivo del futuro su trono y gran autoridad. En Ap. 13:11 el Anticristo, que tiene dos cuernos como un cordero, habla como un dragón. En Ap. 16:13 es Satanás, y en Ap. 20:2 es descrito como «la serpiente antigua, que es el diablo y Satanás». (Véase DIABLO).


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