La excomunión (expulsión temporal o permanente de la comunidad, debida a una falta grave) se practicó tanto entre los judíos como entre las primitivas comunidades cristianas. Es indicación de que algunas faltas son ofensas personales contra Dios, además de causar escándalo, disensión, divisiones en la iglesia, poniendo en ridículo el Nombre de Dios.

La excomunión la hace la Iglesia cristiana con miras a la conversión de los pecadores.

El caso más notorio de excomunión es el que narra el libro de Esdras (Esd. 10:8).

La Biblia enumera las características y las penas en las que incurrían los excomulgados de Israel (Gn. 17:14; Éx. 12:15-19; 30:33-38; 31:14; Lv. 7:20, 21, 25, 27; 18:19; 20:3-18).

Durante la vida de Cristo sus seguidores estaban expuestos a «ser expulsados de las sinagogas» y el Maestro advierte a los suyos que tal peligro les espera (Jn. 9:22; 12:42; 16:2; Lc. 6:22.

Las comunidades primitivas, a su vez, usaron la excomunión como medida preventiva, disciplinaria y salutífera, con la esperanza de que el pecador se arrepintiese antes de caer en las manos del maligno.

Pablo, Juan y los demás apóstoles la mencionan explícitamente en sus escritos y la usaron; y Pablo recomienda a Timoteo que corte sus relaciones con un herético que desoyó sus amonestaciones de regresar al camino de la sana doctrina (1 Co. 5:2-13; 1 Ti. 1:20; 2 Ti. 2:17; Tit. 3:10; 2 Ts. 3:14-15; 3 Jn. 9, 10).


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