«cabra silvestre».

Esposa de Heber ceneo (Jue. 4:17). En su huida de Barac, Sísara, el general del rey cananeo Jabín, fiado en la paz que había entre su rey y Heber, se dirigió hacia la tienda de Jael. Jael lo hizo entrar y le dio leche para aliviar su sed. Cuando Sísara estaba profundamente dormido, le atravesó las sienes con una estaca (Jue. 4:11-22). Débora alabó este hecho de Jael (Jue. 5:6, 24-27). Sísara era enemigo del pueblo de Dios, y había sido instrumento de gravosa opresión durante muchos años. Pero, por otra parte, Jael violó la palabra dada y la hospitalidad sagrada. El mismo Josué se vio atado por su tratado con los gabaonitas, aunque había sido engañado por ellos (Jos. 9:3-27). Dios había profetizado que el Señor vendería a Sísara a manos de mujer. En Su soberanía, Dios usó el ardid traicionero de Jael para destrozar el poderío de Jabín con la muerte de su cruel general. Éste es un caso como otros en el que el fin es conforme a la voluntad de Dios, pero no la manera en que se lleva a cabo. De esta manera, los hijos de Israel tuvieron cuarenta años de desahogo.


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