«Jehová levanta».

  • (a, b, c) Nombre de un benjamita y dos gaditas que se adhirieron a David en Siclag (1 Cr. 12:4, 10, 13).
  • (d) Jefe de una familia de la tribu de Manasés, al este del Jordán (1 Cr. 5:24).
  • (e) Hombre oriundo de Libna, padre de Hamutal, la esposa del rey Josías y madre del rey Joacaz (2 R. 23, 30, 31).
  • (f) Hijo de Habasinías y padre de Jaazanías. recabita (Jer. 35:3).
  • (g) Uno de los principales de los sacerdotes que volvieron de Babilonia con Zorobabel (Neh. 12:1, 7). Una familia patriarcal lleva su nombre a la siguiente generación (Neh. 12:12).
  • (h) Sacerdote, indudablemente jefe de una casa patriarcal; puso su sello al pacto que hicieron los que se mantuvieron separados de los pueblos extranjeros, a fin de seguir la Ley de Dios (Neh. 10:2).
  • (i) El profeta Jeremías.

Hijo de un sacerdote llamado Hilcías, de Anatot, en el territorio de Benjamín (Jer. 1:1), Jeremías fue llamado mediante una visión al ejercicio del ministerio profético. Era entonces un hombre joven consciente de su falta de madurez, de experiencia y de elocuencia. El Señor extendió Su mano, tocando la boca de Jeremías, y dándole palabras divinas. Le dio poder sobre las naciones y reinos, para arrancar y destruir, arruinar y derribar. pero también para edificar y plantar. El Señor le informó que sería objeto de violenta oposición por parte de los jefes, de los sacerdotes, del pueblo. pero que sus adversarios no prevalecerían sobre él (Jer. 1:4-10). Jeremías comenzó a profetizar en el año decimotercero del reinado de Josías, y siguió haciéndolo hasta la captura de Jerusalén, en el mes quinto del año undécimo de Sedecías (Jer. 1:2, 3). Así, el ministerio público del profeta fue de:

18 años bajo Josías,

3 meses bajo Joacaz,

11 años bajo Joacim,

3 meses bajo Joaquín,

11 años y 5 meses bajo Sedecías, con un total de 41 años. Y después de esto no abandonó su ministerio profético (Jer. 42-44).

Los hombres de Anatot, su ciudad natal, se hallaron entre sus primeros adversarios. Amenazaron matarle si seguía profetizando. Jeremías siguió haciéndolo, a pesar de las persecuciones, pero sufrió cruelmente por la oposición contra la obra del Señor de parte de sus conciudadanos, miembros del pueblo elegido. El profeta se remite al juicio divino (Jer. 11:18-23; 12:3). La hostilidad, iniciada en Anatot, se generalizó, suscitando de nuevo la apelación del juicio de Dios (Jer. 18:18-23; cf. Jer. 20:12). Jeremías permaneció fiel, a pesar de las calumnias y persecuciones. En el cuarto año del reinado de Joacim, Jeremías dictó las profecías que había pronunciado durante los anteriores veinte años; Baruc, el escriba, las escribió en un rollo. Por una razón que no se da, Jeremías tenía prohibido acudir al Templo. Así, dio orden a Baruc que fuera con el rollo a la casa de Dios, y que leyera allí las profecías ante las personas que acudían con ocasión de ayuno. Al final, se acabó mostrando el rollo al rey que, habiendo ordenado que le leyeran algunas columnas, lo rasgó con un cortaplumas, y lo arrojó al fuego (Jer. 36:1-26). El Señor ordenó a Jeremías que inmediatamente dictara un segundo rollo semejante al primero, pero con adiciones (Jer. 36:27-32). Un enemigo de Jeremías, el sacerdote Pasur, que era gobernador del Templo, hizo azotar a Jeremías y ponerlo en el cepo, pero al día siguiente lo puso en libertad (Jer. 20:1-3). Durante el sitio de Jerusalén, las profecías de Jeremías anunciaron la victoria de los caldeos y la cautividad de Judá; las autoridades judías pretendieron no considerarlas desde el punto de vista religioso, sino desde el punto de vista político y militar. Afirmaron que estas sombrías afirmaciones derrotistas desalentaban a los defensores de Jerusalén. Cuando los caldeos levantaron el sitio a fin de ir a presentar batalla a las tropas expedicionarias egipcias que acudían en socorro de Sedequías, Jeremías quiso aprovechar la ocasión para salir de la ciudad y dirigirse a Anatot. Acusado de desertor y de querer pasarse a los caldeos, fue encarcelado (Jer. 37:1-15), donde estuvo mucho tiempo. El rey Sedecías lo hizo sacar y lo dejó estar en el patio de la prisión (Jer. 37:16-21), pero pronto los príncipes lo hicieron echar al fondo de una cisterna vacía, con el fondo lleno de lodo, para dejarlo morir allí (Jer. 38:1-6). Un eunuco etíope se compadeció de Jeremías, y consiguió del rey permiso para sacarlo de allí y devolverlo al patio de la cárcel; allí se encontraba el profeta cuando Jerusalén fue tomada (Jer. 38:7-28). Los caldeos consideraron que Jeremías había sufrido por ellos, y Nabucodonosor dio orden de que se velara por él. Nabuzaradán, habiéndole dado víveres y presentes, lo puso bajo la protección de Gedalías, a quien Nabucodonosor había nombrado gobernador de Judá (Jer. 39:11-14; 40:1-6). Cuando Gedalías fue asesinado por Ismael, Jeremías exhortó a los judíos a que no se dirigieran a Egipto, pero todo fue en vano. Partieron para Egipto, obligando a Jeremías a seguirles (Jer. 41:1; 43:7). Jeremías pronunció sus últimas predicciones en Tafnes, en tierra de Egipto (Jer. 43:8-44:30). No se conocen ni la fecha ni las circunstancias de su muerte.


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