Se trata de los cristianos procedentes del judaísmo, en contraste con los cristianos procedentes de la gentilidad. En el periodo de transición hasta la destrucción del Templo, los judeocristianos seguían la observancia de la Ley de Moisés y el ritual del Templo, como se observa en el libro de Hechos. Sin embargo, acataron la decisión del concilio de Jerusalén acerca de la libertad de los cristianos procedentes de la gentilidad (véase CONCILIO DE JERUSALÉN), al declararse de manera explícita que la salvación era por la gracia de Dios, que aplicaba el valor de la muerte de Cristo a todo creyente en Él (cfr. Hch. 15:7-11).

La Epístola a los Hebreos les fue dirigida para exhortarles a mantenerse firmes en Cristo, superior a todo el ritual e instituciones judaicas, que eran sólo una sombra de las realidades espirituales en Cristo (cfr. He. 8:1-7, etc.; véase HEBREOS [EPÍSTOLA A LOS]).

No debe confundirse, sin embargo, «judeocristianos», que eran los cristianos procedentes del judaísmo, y que mantenían sus formas judaicas siendo creyentes en el Señor Jesucristo (cfr. Hch. 21:17-24), pero que reconocían la libertad cristiana (cfr. Hch. 21:25), con «judaizantes», que eran todos aquellos, judíos o gentiles, que consideraban necesaria la observancia de la circuncisión y de la Ley para salvación, además de la fe en Cristo (cfr. Gá. 3:1-18, etc., véase GÁLATAS [EPÍSTOLA A LOS]).

Entre los rectores del judeocristianismo se hallaban Jacobo, Cefas y Juan (cfr. Gá. 2:9).


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