En el AT la prosperidad terrena era señal de bendición.

El salmista dice que en toda su vida no había visto al recto abandonado, ni a su descendencia mendigando pan (Sal. 37:25), en tanto que del malvado, señalando a Judas, se dice: «Anden sus hijos vagabundos, y mendiguen» (Sal. 109:10). En cambio, al introducir poder y salvación, Jehová «levanta del polvo al pobre, y del muladar exalta al menesteroso, para hacerle sentarse con príncipes» (1 S. 2:8).

La Ley incluía disposiciones en favor de los pobres.

En el NT leemos de diversos mendigos ciegos que recibieron bendición (Mr. 10:46; Lc. 18:35; Jn. 9:8), y el Señor dio un relato acerca del mendigo Lázaro que fue llevado por los ángeles al seno de Abraham (Lc. 16:20, 22; cfr. Hch. 3:2).


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