«Misterion» (seguramente derivado de «muein», «cerrar la boca») designaba aquellos secretos que, impartidos sólo a los iniciados en un culto, debían ser mantenidos en secreto. Ello es independiente de que fuera difícil o fácil de comprender.

Al irse desacreditando más y más los cultos a los diversos dioses nacionales celebrados públicamente, fueron surgiendo y alcanzando más importancia los cultos de carácter exclusivo, reservados sólo a los que estaban dispuestos a pasar por una serie de ceremonias de iniciación y a mantener un secreto riguroso ante los no iniciados. Muchos de los antiguos dioses tenían cultos adicionales de este tipo, pero además también se daban cultos de misterios sin relación alguna con los cultos populares. Famosos entre ellos eran los eleusinos, que gozaban de la protección oficial del estado de Atenas; otros, de carácter más privado, no oficiales, eran los misterios órficos, ligados a Dionisos. De origen egipcio había el de Isis y Serapis; de Persia provenía el mitraismo, que tenía gran cantidad de adeptos por todo el Imperio por el siglo III d.C.

Las principales características de estas religiones de misterio pueden resumirse en los siguientes puntos:

(a) En contra de la concepción popular de que estas religiones daban a los iniciados una revelación de verdades profundas y de conocimientos esotéricos, lo que hacían en realidad era proveer satisfacción a los deseos de expresión emocional y mística que no se llevaban a cabo en los cultos oficiales. Aristóteles señala que no se daba una instrucción determinada, sino que más bien se llevaba a los adeptos a un estado mental determinado (cfr. ISBE, p. 2.104); no había enseñanza con contenido sino más bien de símbolos y sugerencias.

(b) Se llevaba a cabo una ceremonia mística de unión del adepto con la deidad, como garantía de una eternidad bienaventurada; en ello generalmente jugaba un gran papel el antiguo mito de Adonis, muriendo y volviendo a la vida, garantizando así con ello la feliz vida de ultratumba a sus adeptos.

(c) Las ceremonias iban cargadas de símbolos del poder reproductivo y germinativo de la naturaleza, combinado con las ideas acerca de la inmortalidad humana.

(d) Como ya se ha señalado, los ritos eran estrictamente secretos. Pero el exclusivismo de estas religiones de misterios se refería sólo a aquellos que no expresaban sus deseos de iniciarse en ellos. Por otra parte, había una amplia admisión para todos los que quisieran tomar parte en ellos, previa iniciación, con excepción de criminales.

Bibliografía:

Para un examen de ciertas correspondencias que se afirman entre los mitos paganos y la religión revelada, y su verdadera relevancia, cfr.

C. S. Lewis: «Myth became Fact», en God in the Dock (Collins, 1975), así como 

E. W. Bullinger: «El testimonio de las estrellas» (Clíe, Terrassa, 1981) y 

B. Adam: «Astrología: Una antigua conspiración» (Betania, Caparra Terrace, Puerto Rico, 1978);

John Gresham Machen: «The origin of Paul's Religion» (Princeton, 1927).


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