En Palestina y en los países vecinos se servían de dos piedras redondas como muelas (Dt. 24:6). En estos lugares las piedras de las muelas, por lo general de basalto, medían poco más de 50 cm. de diámetro y entre 6 a 10 cm. de espesor. La parte superior de la muela inferior era ligeramente convexa. En el centro había una clavija que servía de eje para la piedra superior que pivotaba, ligeramente cóncava por la base y con un agujero por el que se introducía el grano. Se hacía girar la muela superior mediante un mando vertical, unido a la piedra superior hacia su borde externo. La harina que desbordaba se recogía con un recipiente debajo de la piedra inferior. La acción de mover la piedra del molino era fatigosa y servil, y se dejaba a las mujeres (Ec. 12:5; Mt. 24:41), especialmente a las esclavas (Éx. 11:5; Is. 47:2) y a los prisioneros (Jue. 16:21). En las casas judías de clase media no se consideraba un trabajo envilecedor. Las mujeres se levantaban antes del alba, al menos en invierno, para moler el grano para la harina del día. Si desaparecían las muelas, la familia podía quedarse sin pan; ésta es la razón de que en la ley de Moisés se prohibiera la toma en prenda del molino o de la piedra superior (Dt. 24:6). El cese del sonido de la muela era una señal de ruina total (Jer. 25:10; Ap. 18:22).

También se conocía un molino más grande, de construcción análoga, pero accionado por un mulo o un buey. Es una piedra de molino de este tipo a lo que se hace alusión en Mt. 18:6.


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