Se trata de un antiguo escrito descubierto por Ludovico Antonio Muratori (1672-1750), fundador de la ciencia historiográfica en Italia. El hallazgo tuvo lugar en la Biblioteca Ambrosiana de Milán. Se hallaba en un códice latino del siglo VIII, y el mismo Muratori lo publicó posteriormente en «Antiquitates Italicae Medii Aevi», III (Milán, 1740, PP. 851-854). Más tarde se descubrieron, en la biblioteca del monasterio de Montecasino, cuatro fragmentos pequeños del mismo escrito procedentes de códices de los siglos XI y XII.

Este escrito da una lista de libros del Nuevo Testamento, con valiosas indicaciones acerca de varios de ellos. Se conservan 85 líneas del texto, faltando la primera o primeras. Ello explica que no se halle referencia a los Evangelios de Mateo y Marcos. En cambio, sí se mencionan Lucas, Juan, Hechos, 1 y 2 Corintios, Efesios, Filipenses, Colosenses, Gálatas, 1 y 2 Tesalonicenses, Romanos, Filemón, Tito, 1 y 2 Timoteo, 1, 2 (¿3?), Juan, Apocalipsis, y ¿1 Pedro? No se mencionan Hebreos, Santiago ni 2 Pedro (véanse los artículos correspondientes). En cambio, sí se mencionan como formando parte del canon del NT el Apocalipsis de San Pedro y la Sabiduría de Salomón. Por otra parte, se rechazan la Carta a los Laodicenses, que pretendía ser una carta del apóstol Pablo, pero que no era nada más que una falsificación para apoyar la herejía marcionita, que participaba de peligrosas características gnósticas. En este fragmento se menciona el Pastor de Hermas, recomendándolo como lectura privada, pero negando que tuviera canonicidad. Esto nos da indicios para evaluar el carácter de la cristiandad de aquel momento. El Pastor contiene, entre otros pasajes abiertamente heréticos, una defensa de un inmoral ascetismo. Esta doctrina se había aceptado en Alejandría, y se extendió entre el clero el hábito de cohabitar y dormir con mujeres solteras, también consagradas al celibato, pero estando por encima de toda pasión, por encima de aquella malvada naturaleza a la que habían descendido almas puras. Este estado de cosas no debería causar asombro, pero sí que ello, procedente de las prácticas paganas y de una filosofía que desconocía a Dios, fuera incorporado a la Iglesia, y que Hermas fuera leído. Sin embargo, el ejemplo de Corinto ya es suficiente para poder ver las desviaciones que podían darse, incluso cuando se ejercía la autoridad plena y correctiva de los apóstoles. Así, aunque el Canon de Muratori sea históricamente un importante testimonio, no puede ser aceptado en el establecimiento del canon como autoridad decisoria.

Por las evidencias internas que ofrece (al hablar de Hermas, y relacionarlo con el obispo de Roma, su hermano Pío), la redacción de este documento tuvo que tener lugar en la segunda mitad del siglo II. En cuanto a su paternidad, las opiniones están muy encontradas. La mayor probabilidad es asignada a Hipólito de Roma (Lightfoot, Zahn y Lagrange); otros autores propuestos son Melitón de Sardis (Bartlet); Polícrates de Éfeso (Kuhn); Clemente de Alejandría (Chapmann) y hasta Rodón (Erbes); Muratori pensaba que se trataba de Cayo Romano. Sin embargo, no hay razones bien fundadas para ninguna de estas identificaciones, por lo que se trata de una cuestión no resuelta.

Otra cuestión es su lenguaje original. Hay partidarios de que fue escrito originalmente en griego y traducido después al latín (Zahn, Merck), en tanto que otros afirman que fue escrito ya al principio en latín (Harnack, Altaner). Sin embargo, tampoco se puede afirmar nada con certidumbre. El latín, no obstante, es muy deficiente. Presenta muchos barbarismos y, en algunos lugares, es difícil comprender su significado. (Véase CANON.)

Bibliografía:

Meinertz, M.: «Einleitung in das Neuen Testament», 1949, 410-414;

Darby, J. N.: «Collected Writings», vol. 14, PP. 44-47; 18, PP. 81, 187, 267-269; 22, PP. 246-248.


Elija otra letra: