Su origen es muy antiguo (Gn. 4:21).

Entre los hebreos:

María y sus compañeras cantaban las alabanzas de Jehová al son de los panderos, por haber librado a los israelitas en el paso del mar Rojo (Éx. 15:20).

El pueblo cantó y danzó en torno al becerro de oro, celebrando ritos paganos (Éx. 32:6, 18-19).

Durante las fiestas familiares y las solemnidades religiosas había música vocal e instrumental, y danzas (Jer. 25:10; 1 Mac. 9:39; Lc. 15:25).

El cortejo nupcial iba acompañado a lo largo del trayecto con cantos y música (Jer. 7:34).

Las mujeres, con sus panderos, acogían el retorno de los guerreros vencedores, con sus cánticos y danzas (Jue. 11:34; 1 S. 18:6).

Los reyes poseían músicos profesionales (2 Cr. 35:25; Ec. 2:8).

La accesión de un soberano al trono, su casamiento, sus festines, era todo ello alegrado por los músicos (2 S. 19:35; 1 R. 1:40; Sal. 45:9).

Los pastores poseían arpas, o cítaras (1 S. 16:18).

Había la lira de diez cuerdas, la cítara y el arpa, instrumentos con los que se acompañaba el cántico de los salmos (Sal. 92:1-4; 137:2; cfr. Am. 6:5).

Los hebreos consideraban que la música apaciguaba. Saúl, atormentado por un mal espíritu, hizo llamar a David para que tocara el arpa ante él (1 S. 16:14-23). En ocasiones la música contribuía para llegar al éxtasis profético (1 S. 10:5-10). Buscando inspiración, Eliseo pidió que le tañeran un arpa (2 R. 3:15). La música favorecía el recogimiento y elevaba los sentimientos. «La profecía, decía Maimónides (filósofo y teólogo judío del S. XII d.C.), no residía en medio de la melancolía ni de la apatía, sino en medio del gozo.»

Los hebreos tenían tres clases de instrumentos: de cuerda, de viento, de percusión. 

(a) Cuerda.

Los de cuerdas tenían la caja de sonido de madera, y las cuerdas de tripa vibraban bajo los dedos de una o de ambas manos, o por la acción de un plectro de madera, marfil o metal. Los instrumentos de este tipo eran especialmente el arpa y el salterio. El arpa, de uso popular, servía tanto para la música sagrada como para la profana (véase ARPA). El salterio, usado especialmente en las ceremonias religiosas, se armonizaba con la voz de soprano; el arpa tenía una escala más baja en una octava (1 Cr. 15:20, 21).

(b) Viento.

Los principales instrumentos de viento eran las flautas, las cornamusas y los cuernos. Con frecuencia la flauta se usaba acompañada de otros instrumentos (1 S. 10:5; 1 R. 1:40; Is. 5:12; 30:29; Ec. 40:21); servía para dar el son a los bailarines (Mt. 11:17); se tocaban en las bodas (1 Mac. 3:45; Ap. 18:22); servían de acompañamiento a los clamores de las plañideras (Jer. 48:36; Mt. 9:23; Guerras 3:9, 5). La Biblia no menciona el empleo de la flauta en el Templo, pero sabemos que se usaba en la música sagrada (1 S. 10:5), en los cortejos religiosos (Is. 30:29); que tenía su papel en el segundo Templo, especialmente en la Pascua y en la Fiesta de los Tabernáculos. En ocasiones se tocaba un cuerno de carnero o de otros animales, para reforzar el sonido de los instrumentos (1 Cr. 15:28; 2 Cr. 15:14; Sal. 98:6); sin embargo, el cuerno era especialmente utilizado con fines militares o para las convocaciones. Los sacerdotes anunciaban las ceremonias, convocaban a asamblea y estimulaban a los combatientes por medio de trompetas de plata, estrechas, que medían poco más de un codo; recibían el nombre de «hãss'rãh» (Nm. 10:1-10). Las bocinas se hacían sonar en raras ocasiones (Os. 5:8; posiblemente 2 R. 11:14; 2 Cr. 23:13).

(c) Percusión.

Instrumentos de percusión: el más popular era el pandero, que de ordinario era tocado por las mujeres; durante las fiestas eran usados para dar el ritmo a las danzas y a los cánticos (Gn. 31:27; Éx. 15:20; Jue. 11:34; Sal. 81:3). Los címbalos de bronce retiñían dentro del Templo (1 Cr. 15:19). La exaltación profética se acompañaba de diversos instrumentos (1 S. 10:5), de lo que no hay duda alguna tocante al primer Tabernáculo.

David introdujo la música en el santuario, y Salomón la favoreció (2 S. 6:5, 14; 1 R. 10:12; 1 Cr. 15-16). Ezequías y Josías la reintegraron en el culto (2 Cr. 29:25; 35:15). Asaf, Hemán, Etán (Jedutún), tres de los principales jefes de la música sagrada, fueron los asistentes de David. Los cantantes y músicos, levitas dirigidos por Asaf, tenían como misión alabar al Señor delante del Arca del Tabernáculo en Sion, en tanto que los coros de Hemán y de Jedutún estaban dispuestos para la alabanza en el antiguo Tabernáculo en Gabaón (1 Cr. 16:4-6, 39-42). Más tarde, los tres coros se reunieron para el servicio del Templo. Bajo David, se contaba con cuatro mil miembros (1 Cr. 23:5), de los que 288 eran maestros en el arte, encargados de la instrucción de los menos hábiles (1 Cr. 25:7, 8). Estos 288 estaban divididos en veinticuatro órdenes, comprendiendo cada uno de ellos a doce maestros; cuatro de estos órdenes estaban compuestos de miembros de la familia de Asaf, seis de Jedutún, catorce de Hemán. Para el acompañamiento del canto había el conjunto de instrumentos de cuerda y de címbalos, de los que posiblemente se servía el músico principal, para indicar el tiempo (1 Cr. 15:19-21). De este pasaje se desprende que la proporción de arpas y salterios era de seis a ocho. En el Templo de Herodes había por lo general dos salterios, nueve arpas, un címbalo, y, en algunas ocasiones, flautas. El toque de trompetas, con las que los sacerdotes acompañaban a los instrumentos de cuerdas, se oía en raras ocasiones (2 Cr. 5:12, 13; 7:6). En el segundo Templo fue reducido el personal de la orquesta y el coro, Si en dicho Templo se daba un acompañamiento de trompetas a los instrumentos habituales, sólo se tocaban durante las pausas o como responso (Esd. 3:10, 11). Los músicos se situaban al este del altar (2 Cr. 5:12). En el Templo de Herodes, ocupaban una gran escalinata que subía desde el atrio de Israel hasta el patio de los sacerdotes. En el Templo mismo, un coro de jóvenes, situados al pie de esta escalinata, unía sus voces de tono más agudo a las de los levitas.

La música hebrea, poco conocida, tenía una gama de ocho sones. Los coros interpretaban, probablemente al unísono, la misma melodía sagrada, dividida en una parte masculina y otra femenina, cantada una octava más alta. Los instrumentos acompañaban al unísono (1 Cr. 15:20, 21). Los títulos de los Sal. 9, 22, 45, 56, 57 y los de otros son probablemente indicadores de estas melodías. Se practicaba la antífona y el responso (Éx. 15:21; Neh. 12:31-43), con frecuencia también en el Templo (Esd. 3:10, 11; Jer. 33:11). Ello está demostrado por la estructura de diversos salmos (p. ej.: Sal. 24:7-10; 136).

En el primer Templo la asamblea participaba en raras ocasiones en el cántico, como no fuera para participar en el final amén (1 Cr. 16:7, 36). En el Templo de Herodes, el pueblo entonaba, a veces, el responso. (Véanse HIMNOS, SALMOS.).


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