«agradable».

(a) Nieto de Benjamín e hijo de Bela; fundador de una familia (Gn. 46:21; Nm. 26:40). 

(b) General del ejército de Ben-adad, rey de Damasco. Este general, que fue usado para liberar a los sirios, era leproso. A pesar de su repugnante carácter, la lepra no era causa de exclusión del enfermo en la sociedad siria, al revés de lo que sucedía en Israel. Una muchacha israelita, que había sido dada como esclava a la esposa de Naamán, sugirió que el general visitara al profeta Eliseo en Samaria, para que fuera sanado de su lepra. Fue. Para quebrantar el orgullo de Naamán y convencerle de que sólo debería su curación a Dios, Eliseo no fue al encuentro del general ni de su séquito. Envió a su criado a que le dijera que se bañara siete veces en el Jordán. Ofendido y encolerizado, Naamán volvió grupas, diciendo: «Abana y Farfar, ríos de Damasco, ¿no son mejores que todas las aguas de Israel? Si me lavare en ellos, ¿no seré también limpio?» Sus siervos lo calmaron, y le suplicaron que descendiera al Jordán. Se bañó siete veces en el Jordán, y fue sanado. Lleno de gratitud, el general quiso recompensar a Eliseo, que rehusó, a fin de hacerle comprender lo gratuito de las bendiciones divinas. Pero Giezi, siervo del profeta, ardiendo en codicia, actuó mentirosamente para conseguir dones. Naamán, transformado en adorador de Jehová, pidió permiso para llevarse dos cargas de mulas de tierra de Israel, indudablemente para elevar un altar al verdadero Dios. Viviendo en el seno del paganismo, no podría sustraerse por completo a sus costumbres. El rey de Siria rendía culto a Rimón. Naamán tenía el deber de sostener a su señor cuando él entrara en el santuario de este ídolo y se prosternara delante de él. Esta obligación preocupaba al general. Eliseo lo autorizó a que cumpliera con sus deberes seculares aún cuando ello implicara su presencia en un templo pagano (2 R. 5). El profeta sabía que el Señor acabaría la obra comenzada en el corazón de Naamán, y que lo llevaría a su tiempo a romper todo lazo con la idolatría.

En el NT el caso de Naamán es presentado como ejemplo de la acción soberana de Dios en gracia fuera de Israel, y frente a un Israel apóstata y rebelde (Lc. 4:27), intimando ya la obra de gracia que iba a ir al mundo por el endurecimiento de Israel (cfr. Ro. 11:12).


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