«el pueblo se ha engrandecido» o «el que ha hecho engrandecer al pueblo».

Hijo del rey Salomón y de Naama, mujer amonita, una de sus esposas (1 R. 14:31). Roboam, hijo de un padre sabio, era poco sagaz. A la muerte de Salomón, en el año 931 a.C., los representantes de las doce tribus se reunieron en Siquem, en el centro del país, para proclamar rey a Roboam, el legítimo heredero del trono. La rivalidad, debida a causas más o menos antiguas, tendía a alejar a Judá de las tribus del norte y del este. (Véanse HISTORIA BÍBLICA c, C y JOSUÉ.) El pueblo, que sufría los excesivos impuestos exigidos por Salomón, solicitó un alivio con ocasión de la accesión del nuevo monarca. Jeroboam, el portavoz del pueblo, había tenido un importante cargo en el reinado anterior, y el profeta Ahías le había anunciado que él reinaría sobre diez tribus (1 R. 11:28-40). Roboam hizo que el pueblo esperara durante tres días para conocer su respuesta, y pidió consejo de los ancianos consejeros de Salomón. Ellos le recomendaron que accediera a la demanda del pueblo, que no dejaría de mostrarle su gratitud. Pero Roboam siguió los consejos de los de su propia generación, sus amigos de la infancia, y dio una dura respuesta al pueblo: «Mi padre agravó vuestro yugo, pero yo añadiré a vuestro yugo; mi padre os castigó con azotes, mas yo os castigará con escorpiones» (látigos armados con puntas metálicas). Estas palabras revelan la presunción e insensatez de Roboam. Al separarse entonces del joven rey, diez de las doce tribus renunciaron desde aquel momento a sostener la casa de David. El pueblo lapidó a Adoram, que había sido encargado de recaudar los tributos. Roboam, temiendo sufrir la misma suerte, se volvió apresuradamente a Jerusalén (1 R. 12:1-20; 2 Cr. 10:1-19).

Judá, una gran parte de Benjamín, y los de Simeón, permanecieron fieles al soberano. Reunió entonces Roboam a sus tropas escogidas para combatir contra las tribus rebeldes, pero el profeta Semaías consiguió disuadirlo de ello (1 R. 12:21-24; 2 Cr. 11:1-4). Roboam se dedicó entonces a fortificar las ciudades de Judá y de Benjamín, y a proveerlas de víveres (2 Cr. 11:5-12). Al erigir su rival becerros de oro en Bet-el y en Dan, los sacerdotes y levitas se refugiaron, casi en su totalidad, en Judá, y contribuyeron a afirmar el trono de Roboam; sin embargo, tres años después el mismo Roboam se entregó a la idolatría (1 R. 14:21-24; 2 Cr. 11:13-17; 12:1).

En el quinto año del reinado de Roboam, Sisac (véase FARAÓN, c) invadió Judá, tomó ciudades fortificadas, se apoderó de Jerusalén y saqueó el Templo y el palacio real (1 R. 14:25-28; 2 Cr. 12:2-12). Roboam tuvo dieciocho esposas, sesenta concubinas, veintiocho hijos y sesenta hijas (2 Cr. 11:21). Abías, su hijo, pretendía que el fallo inicial de Roboam había residido en su juventud y falta de experiencia (2 Cr. 13:1-12). Sin embargo, Roboam tenía 41 años cuando empezó a reinar. Ocupó el trono durante 17 años, y murió alrededor del año 915 a.C., sucediéndole su hijo Abiam o Abías (1 R. 14:21, 31; 2 Cr. 12:13, 16).


Elija otra letra: