«roca».

Ciudad fenicia cuyo origen se pierde en la más remota antigüedad (Is. 23:5-18; Ant. 8:3, 1). Según los datos bíblicos, la fundación de Tiro es posterior a la de Sidón, aunque la sobrepasó en importancia. Un texto de Herodoto permite situar la fundación de Tiro alrededor del año 2750 a.C. (Herodoto 2:44). Los historiadores y geógrafos de la antigüedad afirman que la ciudad antigua se hallaba sobre el continente. Para protegerse contra los invasores, fue trasladada a una isla rocosa separada de la ciudad antigua por un brazo de mar. De ahí proviene el nombre de Tiro: roca. Los autores antiguos hacen frecuentemente alusión a su posición en medio de las aguas (Éx. 26:17; 27:32). La ciudad continental recibió entonces el nombre de Palaetyrus: la antigua Tiro. Los textos sagrados que mencionan simultáneamente a Tiro y a Sidón sitúan a Tiro antes que a su rival; Israel se hallaba más cercana a Tiro que a Sidón, y Tiro no dejaba de cobrar más y más importancia. Era ya una ciudad fuerte en tiempos de Josué (Jos. 19:29), situada en la frontera con Aser. No fue asignada a ninguna tribu de Israel. Hiram, también llamado Huram, rey de Tiro, mantuvo relaciones amistosas con David y Salomón. Suministró materiales para la construcción del palacio de David (2 S. 5:11; 1 R. 5:1; 1 Cr. 14:1); también para la construcción del Templo de Salomón y otros edificios (1 R. 9:10-14; 2 Cr. 2:3-16). Un artesano fundidor muy diestro, también llamado Hiram, hijo de madre israelita y de padre tirio, llevó a cabo los trabajos de arte del Templo (1 R. 7:13, 14, 40, 45).

Los tirios, nación pacífica, fabricaban tinturas de púrpura, objetos de metal y de vidrio, y se enriquecían con el comercio marítimo con los pueblos más alejados (cfr. 1 R. 9:28). Los mercaderes tirios eran comparables a príncipes (Is. 23:8). En el siglo IX a.C., una colonia de tirios fundó Cartago, que durante mucho tiempo rivalizó con Roma.

A pesar de su pacífico espíritu, Tiro sufrió los rigores de la guerra. Hacia el año 724 a.C., Salmansar V, rey de Asiria, recibió la sumisión de la ciudad continental y asedió la marítima. Murió en el año 722 sin haber podido apoderarse de ella (Ant. 9:14, 2). Su sucesor, Sargón, logró tomarla. En esta época ya no había relaciones amistosas entre Tiro e Israel. La impía Jezabel, mujer de Et-baal, rey de Tiro, se había casado con Acab, rey de Israel. Hizo todo lo que estaba en su mano para introducir en Israel el corrompido paganismo de su patria (1 R. 16:31-33; 18:4, 19, véanse BAAL, DIVINIDADES PAGANAS), y fue muerta por orden de Jehú, que hizo además exterminar a toda su descendencia (2 R. 9:30-37, 14-26; 10:1-14 ss.). Por otra parte, los profetas acusan a Tiro de haber entregado israelitas a los edomitas (Am. 1:9), haber robado sus bienes, y vendido a israelitas como esclavos a los griegos (Jl. 3:5, 6). Esar-hadón asedió Tiro, y la hizo tributaria. En el año 664 a.C. se sometió a Assurbanipal. Un siglo más tarde, los prósperos mercaderes tirios comerciaban con todas las regiones del mundo conocido (Éx. 27). Jeremías profetizó que Nabucodonosor, rey de Babilonia, se apoderaría de Tiro (Jer. 27:1-11). El profeta Ezequiel lanzó una célebre profecía contra Tiro (Ez. 26:1 28:19; 29:18-20). Estas predicciones de Jeremías y de Ezequiel tienen que ver especialmente con el asedio de Tiro por parte de Nabucodonosor, que duró trece años, del 585 al 573 a.C. (Contra Apión 1:21). Se desconoce si Nabucodonosor se apoderó realmente de las dos ciudades. Posiblemente sí logró apoderarse de la marítima (cfr. Is. 26), pero sólo después que los tirios hubieran puesto a salvo sus riquezas por mar (cfr. Ez. 29:18-20). En el año 332 a.C., después de un asedio de siete meses, la ciudad insular cayó en poder de Alejandro Magno, que construyó un dique uniendo la ciudad con tierra. La ciudad continental desapareció totalmente, por cuanto todas sus ruinas fueron usadas para la construcción de este dique. La ciudad insular se recuperó después de esta conquista, y es mencionada posteriormente como «ciudad libre» en diversas obras de tiempos posteriores.

El Señor Jesús fue una vez a los territorios de Tiro y Sidón (Mt. 15:21-28; Mr. 7:24-31), cuyos habitantes buscaron beneficiarse varias veces de Su ministerio (Mr. 3:8; Lc. 6:17). Jesús afirmó que las ciudades paganas eran menos culpables que las localidades galileas, que habían tenido tantas ocasiones de oír Su predicación y de ver Sus milagros (Mt. 11:21, 22; Lc. 10:13, 14).

En Tiro surgió una comunidad cristiana, que fue visitada por Pablo (Hch. 21:3-6). El célebre Orígenes, que murió hacia el año 254 d.C., fue sepultado en la basílica cristiana de Tiro. En el año 323, Eusebio, historiador de la iglesia y obispo de Cesarea, pronunció el sermón de consagración de la nueva gran basílica erigida por el obispo Paulino.

Los musulmanes se apoderaron de Tiro en el año 638; los Cruzados, en 1124. El emperador Barbarroja fue sepultado allí. Cuando los Cruzados perdieron la ciudad, apenas si quedó otra cosa que piedras sueltas, que sirvieron para las construcciones de Beirut, Acre y Jafa. Tiro poseía dos puertos: uno al noreste de la isla, llamado sidonio porque miraba hacia Sidón; el otro, al sur, se llamaba puerto egipcio. El espigón construido por Alejandro continúa existiendo. Mide alrededor de 800 m. La mayor parte de las ruinas, incluyendo las de la catedral, datan de la época de las Cruzadas. Un acueducto llevaba agua del continente a la Tiro insular, procedente de las fuentes de Ras-el-Aîn. Las profecías de Jeremías y de Ezequiel acerca de Tiro se cumplieron. El emplazamiento de la antigua ciudad está deshabitado. El espigón de Alejandro y la acumulación de arenas han transformado la primitiva isla en una península. Hay una pequeña localidad que lleva el nombre árabe de Sour, que se levanta en la unión de la isla con el istmo. Palaetyrus, la ciudad continental, ha desaparecido casi enteramente. Apenas si quedan algunos hipogeos. El monumento que lleva el nombre de Hiram, aunque es muy antiguo, no es, seguramente, el sepulcro del soberano contemporáneo de Salomón.


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