Esta planta era cultivada:

en Babilonia (Herodoto 1:193),

en Mesopotamia (Gn. 30:14), 

en Egipto (Éx. 9:32),

en Palestina (Éx. 34:22; Dt. 8:8; Jue. 6:11

y otros lugares desde la más remota antigüedad.

En Palestina se sembraba el trigo después de las primeras lluvias, en noviembre o diciembre. Se segaba en abril, mayo o junio; ello dependía de las regiones, del estado del sol, y del clima (véase TIEMPO). El pan ordinario de los hebreos era de flor de harina (Gn. 18:6; Éx. 29:2). Se comía también el grano tostado (Lv. 2:14, 16; Rt. 2:14). También se consumían las espigas frescas trituradas (Lv. 23:14; 2 R. 4:42).

Egipto era el granero del Mediterráneo, y su trigo, embarcado en Alejandría, llegaba a Roma (Hch. 27:6, 38). Según Plinio (His. Nat. 18:47), el mejor trigo era el proveniente del Alto Egipto (Tebas). Se distinguía por sus espigas barbadas y muy voluminosas («Triticum compositum»). Esta especie, que se menciona en Gn. 41:22 y se halla representada en los antiguos monumentos, sigue siendo cultivada en nuestros días. El trigo ordinario de Palestina era el «Triticum vulgare», de espiga recta.

El trigo es utilizado por el Señor como representante de los hijos del reino, el fruto de la buena semilla que Él estaba sembrando en la tierra, en contraste con la cizaña que Satanás sembró secretamente junto con la buena semilla (Mt. 13:25-30).

Por otra parte, el mismo Señor, el segundo Hombre, «del cielo», se compara al grano de trigo que hubiera debido quedar solo a no ser que muriera, pero que al morir llevaría mucho fruto. Esto muestra claramente que no puede haber unión de Cristo y el hombre natural por Su encarnación solamente, y que por la muerte de Cristo el fruto producido por Su resurrección es del mismo orden que el mismo Cristo (Jn. 12:24; 1 Co. 15:48, 49).


Elija otra letra: