Son varios los términos así traducidos, pero algunos de ellos aparecen sólo una vez, como:

  • (a) En el Sal. 23:5, «unges mi cabeza con aceite», que significa hecho grueso, siendo el aceite usado profusamente.
  • (b) Sal. 92:10, «seré ungido con aceite fresco», de «derramar», «rebosar con» aceite.
  • (c) Is. 10:27, «el yugo se pudrirá a causa de la unción» (texto oscuro).
  • (d) Zac. 4:14, «son los dos ungidos que están delante del Señor» (lit.: «hijos del aceite», cfr. Ap. 11:4).
  • (e) Heb. «suk», «ungir el cuerpo después del aseo», similar al gr. «aleiphõ» en el NT, se usa comúnmente de la práctica entre los orientales de ungir el cuerpo, o sus partes, para comodidad, presencia, amistad, medicación u honras funerarias. Para el aseo ordinario, cfr. Rt. 3:3; 2 S. 12:20; 2 Cr. 28:15; Mt. 6:17. Su descuido era señal de duelo (2 S. 14:2; Dn. 10:3). Como acto de cortesía (cfr. Lc. 7:46; Jn. 12:3); también se ungía a los enfermos (Mr. 6:13; Stg. 5:14) y a los cadáveres (Mr. 14:8; 16:1). Uno de los castigos de Israel iba a ser que los olivos no darían aceite para la unción (Dt. 28:40; Mi. 6:15).
  • (f) Heb. «mashach», gr. «chrinõ», «extender, ungir» para un cargo. Se ungían los reyes: Saúl, David, Salomón, Joás, Jehú y Hazael son ejemplos de ello. También eran ungidos los profetas (cfr. Sal. 105:15; 1 R. 19:16). Para la unción de los sacerdotes se empleaba un aceite especial preparado según las instrucciones divinas (Éx. 30:30; 40:13). Con este mismo aceite fueron ungidos el tabernáculo y sus utensilios (Éx. 40:9, 10). La ofrenda de flor de harina era amasada con aceite (Lv. 2:1, 4), tipo de la humanidad pura del Señor Jesús y de su sellamiento por el Espíritu Santo. El leproso sanado era ungido con aceite (Lv. 14:17, 18).

Tanto si esta última unción se refiere a personas o a cosas, y tanto si el aceite es el especialmente preparado como si es común, lo que tipifica es invariablemente la santificación y el poder del Espíritu Santo. No se ordena la unción con aceite para la consagración a ningún cargo a los creyentes en la dispensación cristiana, porque han sido ya ungidos con el Espíritu Santo y ya son sacerdotes para Dios. Juan recuerda incluso a los «hijitos» o bebés en Cristo que tienen una unción del Santo, y que la unción (el mismo término, «chrisma») permanece en ellos (1 Jn. 2:20, 27). Así, de la misma manera en que en el AT los reyes, profetas y sacerdotes eran ungidos como consagrados para Dios, así el Cristiano es santificado para Dios por el Espíritu Santo, tanto en cuanto a su posición como con respecto a su servicio.

(Véase UNGIDO [EL].)


Elija otra letra: