Los términos «vanidad» y «vano» se hallan frecuentemente en la Biblia para dar la idea de aquello que es vacío, pasajero, sin valor. Dentro de ello caen la idolatría y la maldad, como cosas que no solamente son malas, sino además vanas y vacías. También denotan falsedad.

El principal término heb. traducido «vanidad» es «hebhel», lit. «un soplo de aire, o de la boca». Se usa:

de la adoración de ídolos (1 S. 12:21; 1 R. 16:13; Sal. 31:6, etc.);

del hombre y a sus días sobre la tierra (Jb. 7:16; Sal. 144:4, etc.);

de los pensamientos del hombre (Sal. 94:11);

de sus posesiones (Pr. 13:11);

de todo en lo que el hombre se ocupa perteneciente a esta esfera de debajo del sol (Ec. 1:2; 4:7, etc.).

La misma creación, por la caída del hombre, está sujeta a vanidad (Ro. 8:20), de la que sólo será librada en la manifestación de Cristo (Ro. 8:21). El hombre sin Dios está encadenado en una vanidad de vaciedad y frustración, de culpa y muerte, de la que sólo puede ser librado volviéndose de todo ello al Señor Jesús, que puede salvarlo e introducirlo en una vida abundante (Ef. 4:17; Tit. 1:10; Hch. 14:15; Jn. 10:10).


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