Término que en las Escrituras aparece con gran frecuencia unido a pecado y culpa. Entra en la raza humana como consecuencia de la caída. Antes de ella, Adán y Eva no sentían vergüenza de su desnudez. La vergüenza sólo la manifiesta el ser humano caído en pecado (cfr. Gn. 2:25; 3:10, 11). La vergüenza surge con la derrota (Is. 30:3), con la afrenta (Sal. 69:7; Is. 54:4; Mi. 2:6); con la desnudez (Is. 47:3; Mi. 1:11) y muchos otros males humillantes.

La vergüenza de la desnudez se correlaciona ante Dios con la vergüenza del pecador ante Dios por su estado moral, que precisa ser cubierto con un revestimiento de justicia. Sin embargo, los pecadores que intentan revestirse con una justicia propia, que ante Dios es abominación (cfr. Is. 64:6; cfr. Mt. 22:11-14), quedan caracterizados así en las Escrituras: «enemigos de la cruz de Cristo; ... cuya gloria es su vergüenza» (Fil. 3:18-19). El Señor ofrece las ricas vestiduras de Su justicia a todo el que acude a Él en busca de salvación: «Por tanto, yo te aconsejo que de mí compres... vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez» (Ap. 3:18). (Véase DESNUDEZ.)


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