así como yo agrado a todos en todas las cosas, no procurando mi propio beneficio, sino el de muchos, para que sean salvos.

Al aplicar el principio del amor cristiano, el apóstol establece una máxima general del deber cristiano. No importa en qué situación particular de la vida cotidiana se encuentre un creyente, no importa cómo esté ocupado, ya sea comiendo o bebiendo o en cualquier otra obra, la gloria de Dios debe ser su objetivo. "Deja que el yo sea olvidado. Deja que tu ojo esté fijo en Dios. Deja que la promoción de Su gloria sea tu objetivo en todo lo que hagas.

esforzaos en todo por obrar de tal manera que los hombres puedan alabar a ese Dios a quien profesáis servir. (Hodge.) Y la segunda regla general es: Sea sin ofensa a los judíos, así como a los gentiles, así como a la Iglesia de Dios. No dé a nadie ocasión de ofenderse contra la religión cristiana; en todo compórtese para no provocar blasfemias contra el santo nombre de Dios Hacer un uso temerario de la libertad cristiana puede convertirse en el colmo de la necedad y resultar en grave daño a la causa del Señor.

Sean las personas en cuestión judíos, con su punto de vista legalista, o gentiles, con sus prácticas idólatras, o hermanos más débiles, con sus peculiares escrúpulos, obrad para que no se ponga en peligro el bienestar de vuestro prójimo, y, sobre todo, para que el la gloria del Señor no sufre por tu instigación. Y aquí Pablo vuelve a citar su propio ejemplo: Así como también en todas las cosas agrado a todos, no buscando mi propio beneficio, sino el de muchos, del mayor número posible, para que puedan ser salvos.

Ver cap. 9:22. Desde el punto de vista del hombre, Pablo renunció a todo, el honor, la posición, la riqueza, todas las ventajas de este mundo, para entregarse enteramente al servicio de su Señor y de sus semejantes, sin importar en qué condiciones se encontrara con ellos. . Y no se preocupó por el hecho de que muchos lo juzgaron mal en esta actitud, sino que siguió trabajando en su interés. “Por eso, cuando San Pablo dice: Que cada uno agrade a su prójimo en bien, no quiere que hagamos que agrade a nuestro prójimo, porque eso no es asunto nuestro, sino que hagamos tanto, según amor, que en justicia debe agradarle, y no es culpa nuestra si no le agrada.

Resumen. Pablo advierte a los corintios contra la falsa seguridad y la participación en fiestas idólatras, mostrando que la gloria de Dios y el bienestar de su prójimo deben ser los motivos que mueven al creyente en todo momento.

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