Otros decían: Estas no son palabras de quien tiene demonio. ¿Puede un diablo abrir los ojos de los ciegos?

La principal prueba y manifestación del amor del Buen Pastor consiste en que Él da Su vida, Su alma, como rescate. El autosacrificio de Jesús fue completamente libre y de ninguna manera forzado sobre Él. Por eso también lo amaba su Padre, porque el Hijo estaba tan de acuerdo con Él, que comprendía tan completamente su voluntad y la cumplía con tanta alegría. Y al dar Su vida, Jesús tiene un segundo objetivo, a saber, tomarla de nuevo.

Permanecer en la muerte y así dejar a Sus ovejas indefensas anularía todo Su ministerio. Era necesario que Cristo muriera, pero igualmente necesario también que Él resucitara. Así como Su sacrificio fue libre y voluntario, Su regreso a la vida debe ser una cuestión de Su propio poder, del uso deliberado de Su fuerza. El dar Su vida no se debió a Su cesión a Sus enemigos y su astucia; fue un acto de Su voluntad.

Él tenía el poder de dar Su vida, de entregarla en la muerte; pero también tenía el poder de tomarlo de nuevo. Ningún otro hombre podría soñar con tener tal poder; toda otra persona sucumbe a la muerte, pero Jesús se diferencia de todos los demás hombres en este aspecto, porque Él mismo es Dios verdadero. El hecho de Su muerte voluntaria le dio a Su sacrificio su valor y valor real; sin tal libre albedrío Su sacrificio habría sido en vano. Y en esto Él está de acuerdo con Su Padre, cuyo mandato Él ha recibido y ahora lleva a cabo para la salvación de la humanidad.

El efecto inmediato de todo el discurso fue que provocó una división entre los judíos que estaban presentes. Muchos pensaron que estaba diciendo tonterías insanas y que estaba poseído por un espíritu maligno. Esa es la mezquindad, la mente diabólica de los incrédulos, que no tienen sino burlas y blasfemias por las consoladoras y preciosas palabras de Cristo acerca del amor de su pastor. Pero otros adoptaron un punto de vista más sensato.

El discurso sereno de Jesús difícilmente podría ponerse en la misma categoría que los delirios de los endemoniados. El diablo también es capaz de realizar aparentes milagros, pero nunca como para beneficiar a ninguna persona en cuerpo o alma. El milagro realizado en el ciego era de una naturaleza que admitía una sola explicación: la interferencia divina. Así siempre hay algunas personas cuyos corazones aceptan las gloriosas verdades del Evangelio y aprenden a confiar en Jesús como su Salvador.

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