de juicio, porque el príncipe de este mundo es juzgado.

Y esa Persona, el Espíritu Santo, viniendo al mundo, convencerá al mundo. Esa es una función y actividad especial del Espíritu, convencer al mundo incrédulo en tres aspectos, con respecto al pecado, la justicia y el juicio. Esto lo explica el Señor. De pecado el mundo está acusado y es incapaz de negar la acusación de que no creen en Cristo, porque deliberadamente eligen la incredulidad. Ese es el principal pecado del mundo, de los incrédulos, que rechazan a Cristo y Su Evangelio.

Todos los demás pecados no entran en consideración si una persona cree en el perdón de los pecados. Y por eso la incredulidad, que se niega a aceptar el perdón de los pecados, se aparta deliberadamente de la salvación. El Espíritu graba este hecho en la mente y el corazón de los incrédulos. "El mundo no oirá tal predicación de que todos deben ser pecadores ante Dios, y que sus obras piadosas no tienen ningún valor ante Él, sino que ellos más bien a través de este Cristo crucificado deben obtener misericordia y salvación.

Tal incredulidad contra Cristo se convierte en la suma y sustancia de todos los pecados que conducen a una persona a la condenación, de modo que no hay ayuda para ella. En estrecha conexión con este hecho está la verdad adicional de que el Espíritu convence de justicia al mundo incrédulo, puesto que Jesús iba al Padre y ya no estaría con ellos según su presencia visible. La verdadera justicia consiste en que Cristo , por Su ida al Padre, por Su sufrimiento, muerte y resurrección, ganó y preparó la justicia que es aceptable ante Dios.

Pero el mundo no quiere nada de la sangre y la justicia de Cristo, prefiriendo su propia justicia propia. Y así, tanto la justicia como la salvación se pierden para ellos por la incredulidad, ya que el Espíritu los impresionará. Y Él finalmente los convencerá del juicio, porque el gobernante de este mundo es juzgado y condenado. La redención de Cristo selló la condenación del diablo; ha perdido poder y derecho con respecto a la humanidad desde que Jesús venció el pecado.

De esto testifica el Espíritu Santo a los corazones de los incrédulos, mostrándoles que por su incredulidad tendrán que compartir la condenación del diablo, que están condenados por rechazar al Vencedor de Satanás. Esto también sirve para el consuelo de los creyentes, ya que saben que el mundo ya está condenado.

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