De cierto, de cierto os digo, que el que guardare mi palabra, nunca verá muerte.

El franco argumento de Jesús golpeó profundamente, hirió profundamente a los orgullosos judíos. Y no pudieron contradecir Sus palabras, su conciencia se vio obligada a admitir su verdad. Y así recurrieron a las burlas y los insultos. Lo llamaron samaritano, un adherente del pueblo que había retenido sólo una parte de la verdad, cuyos miembros eran considerados herejes por los judíos y por lo tanto se creía que estaban poseídos por malos espíritus.

Esa es la manera y el estilo de los incrédulos de todos los tiempos; cuando descubren que no tienen argumentos contra la verdad, entonces recurren a la calumnia y la blasfemia. Pero Jesús no permite que la actitud de los enemigos lo perturbe. Él de manera muy enfática, pero totalmente callada, rechaza la acusación, declarando que estaba honrando a Su Padre en todas Sus obras y palabras. Hablando como lo hizo, dio toda honra a su Padre.

Pero los judíos, con su blasfemia, lo deshonraron a Él, y por lo tanto también, por implicación, a Su Padre. Su necia manera de actuar no le infunde resentimiento, porque la idea de buscar y promover su propia gloria le era absolutamente ajena. Pero de esto no deben inferir que su abuso de Él fue un asunto de indiferencia, que no encontraría su castigo. Hay Uno arriba, que está muy preocupado por la gloria de Su Hijo y.

honor; Él lo busca, y juzgará a los que menosprecian el abuso del Señor. La sentencia de condenación que los blasfemos de Cristo lanzarán sobre sí mismos es terrible más allá de la comprensión humana. Por lo tanto, los judíos deben recordar, como Jesús les declara solemnemente, que un hombre que guarda Su dicho, que diligentemente atiende a Sus palabras, Su Evangelio, y los acepta para usarlos en Su vida sin reprensión e incredulidad, no verá la muerte para todos. eternidad.

La muerte temporal no tendrá terrores para Él, siendo meramente la puerta y entrada a la vida eterna. Aquí estaba la más dulce, la más maravillosa noticia del Evangelio, calculada para fortalecer y consolar a todos los creyentes de ese tiempo y del presente.

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