Si vosotros, pues, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan!

Jesús saca una última lección del amor que los padres tienen por sus hijos. ¿A quién de vosotros, siendo padre, su hijo le pide pan, ciertamente no le dará una piedra! ¡O también un pez, seguramente no le dará, en lugar del pez, una serpiente! O también un huevo, seguramente no dará un escorpión (siendo este último un animal parecido a una langosta que acecha en los muros de piedra). Un padre que actuaría como Jesús describe sería inhumano.

Ningún padre normal y cuerdo sería capaz de tal crueldad. Y ahora Jesús hace la conclusión de menor a mayor. Si los padres humanos, cuya disposición de corazón es por naturaleza mala, muestran tanto cariño a sus hijos, ciertamente el Padre del cielo, en su bondad y gracia misericordiosa, les dará el Espíritu Santo, el don más alto y maravilloso de lo alto, ¡el don que incluye todos los demás dones espirituales, para los que le piden! Dios quiere que los cristianos oren, y tiene la intención de darles los dones espirituales que necesitan sin condiciones.

Pero Él insiste en que se le pregunte, no sea que los dones pierdan su valor a los ojos de los hombres, y que los cristianos no se descuiden en labrar su propia salvación con temor y temblor. Él no fuerza Sus dones sobre corazones indiferentes y que no quieren.

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