Pero Él dijo: Sí, más bien, bienaventurados los que oyen la Palabra de Dios y la guardan.

Las palabras de Cristo pueden no haber tenido mucha influencia sobre los fariseos de corazón duro, pero ciertamente causaron una profunda impresión en cierta mujer en la multitud. Alzando la voz, gritó, llamando feliz y bendita a la madre que había dado a luz y nutrido a tal Hijo. Pensaba y hablaba como una madre, y una que se habría considerado afortunada de tener un Hijo así. Pero Jesús la corrigió.

La verdadera felicidad, la verdadera bienaventuranza, tiene una base diferente, una razón diferente. Más bien, que se sepa y se actúe en consecuencia, que los que oyen la Palabra de Dios y la guardan son los verdaderamente benditos. Oír solo no es suficiente, como Él lo ha mostrado en la Parábola del Suelo Cuádruple, sino que a esto se debe agregar la observancia y el guardar de la Palabra y dar fruto de acuerdo con su profesión.

“Por tanto, demos gracias a Dios por tal gracia que para ayudarnos envió a su Hijo contra el diablo para echarlo fuera, y nos dejó su palabra, por la cual se lleva a cabo tal obra hasta el día de hoy, destruyéndose el reino del diablo, y el reino de Dios es establecido y aumentado".

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