Y Jesús crecía en sabiduría y en estatura, y en el favor de Dios y de los hombres.

Un período de aproximadamente dieciocho años está cubierto en esta sencilla declaración del evangelista. Aunque les había dado a sus padres la evidencia de un llamado mayor y más elevado, fue con ellos como un hijo obediente. Él estaba sujeto a ellos. En el cumplimiento completo de la Ley por nosotros, se sometió voluntariamente a todos los mandamientos y rindió una obediencia perfecta, para expiar, también en este respecto, los pecados de los hijos.

Nota: El método de María de mantener las palabras que no podía entender, de darles vueltas continuamente, de conservarlas frescas en su memoria, merece una amplia imitación. Mientras tanto, se registra que el crecimiento de Jesús fue normal, tanto mental como físicamente. Su estado de humillación era tan perfecto que no sólo Su cuerpo estaba sujeto a la regla general de la naturaleza, sino también Su mente. Continuó sus estudios con entusiasmo y alegría, acumuló una gran cantidad de conocimientos.

Nota: No hubo una siembra de avena salvaje en el Cristo sin pecado. Pero el mejor y más excelente crecimiento fue el de las cosas espirituales. Creció en el favor, en la buena voluntad tanto de Dios como de los hombres. Vivió su vida en plena conformidad con los preceptos que aprendió, puso toda su confianza en su Padre celestial y lo manifestó en una vida de amor, el ejemplo más perfecto para los jóvenes de todos los tiempos.

Resumen. Jesús nace en Belén, es visitado por los pastores, recibe el nombre de Jesús en Su circuncisión, es presentado al Señor en el Templo, donde Simeón canta su hermoso himno, secundado por la profetisa Ana, y visita Jerusalén a la edad de doce años.

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