Mirad, pues, cómo oís; porque a todo el que tiene, se le dará; ya cualquiera que no tuviere, de él se le quitará aun lo que parece tener.

Estas palabras parecen haber sido un dicho favorito de Jesús, pues Él las repite en varias ocasiones, Matteo 5:15 ; Marco 4:21 ; Luca 11:33 . "Que alguien encienda una lámpara y luego la esconda debajo de algún recipiente hueco o la coloque debajo de una cama o un lecho, cuando está destinada a alumbrar a todos los que están en la casa, sería una locura.

Más bien debe colocarse en un soporte, en un candelabro; entonces todos los que entren podrán ver la luz, y cumplirá su propósito. Así también las personas que han recibido el cristianismo en su corazón, que tienen la luz del Evangelio resplandeciendo en ellos, que han recibido esta luz para que su resplandor se derrame también sobre los demás, no deben ocultar la luz de su propia piedad ni el de la pura predicación del Evangelio de tal manera que ningún hombre puede averiguarlo, ni siquiera si lo indaga.

Hay una grave responsabilidad que recae sobre los creyentes del Evangelio puro en estos últimos días del mundo. Porque no hay nada oculto que no haya de ser revelado, ni hay nada encubierto que no deba ser conocido y exhibido. El objeto mismo de esconder algo precioso es traerlo a la luz en algún momento conveniente. Y así el cristianismo y la doctrina cristiana es un tesoro que debemos guardar con mucho cuidado para que no nos sea arrebatado; pero incidentalmente, descubrimos este tesoro en cada oportunidad y permitimos que otros participen de las maravillosas riquezas de la gracia y misericordia de Dios en Cristo Jesús.

De este hecho surge el deber de los cristianos de ser oyentes cuidadosos. La responsabilidad es que ellos realmente conozcan, y no sólo tener un conocimiento acerca de la luz del Evangelio, el tesoro de la salvación. Al que tiene conocimiento cristiano, el Señor le añade, con interés compuesto contado diariamente; el estudio constante de la Palabra del Evangelio enriquece al oyente y al lector de una manera más allá de la comprensión incluso del cristiano bien fundado.

Pero si uno no se preocupa por su crecimiento en el conocimiento cristiano, entonces incluso lo poco que él tontamente cree que posee le será quitado. Un freno en el crecimiento de la fe cristiana es lo mismo que una helada a principios de otoño: la planta definitivamente se ve perjudicada por la desgracia.

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