Y tan pronto como llegó, va inmediatamente a Él y le dice: Maestro, Maestro; y lo besó.

Antes de que Jesús hubiera terminado su última amonestación a sus discípulos, Judas con su ansiosa banda llegó al vecindario y apareció en escena. Como para realzar el énfasis sobre la atrocidad de su transgresión, se le llama por su nombre completo, Judas Iscariote, el hombre de Queriot, uno de los Doce. Su traición fue tanto más cobarde cuanto que había disfrutado de la confianza del Señor y había escuchado todas las confidencias que el Maestro les había dado a los del círculo interno.

Con él venía un grupo (¡nombre apropiado!) de los siervos de los sumos sacerdotes y escribas y ancianos. Como si anticiparan la resistencia de parte de los seguidores de Cristo, había espadas y fuertes garrotes, o garrotes, para ser usados ​​por los miembros del grupo. Quizás los miembros del Sanedrín esperaban llevarse a Cristo con todos sus discípulos y así, de un solo golpe, exterminar a la odiada fiesta.

El traidor había usado una cautelosa astucia al planear el arresto de Jesús dando a la banda una señal definitiva, previamente acordada. Un beso, el signo de la amistad y el amor, debe ser la señal para ellos. Deben asegurarse de tomar a ese Hombre, llevándolo lejos a salvo, ya sea para que no teman nada de Él en la naturaleza de un intento de fuga, o deben estar en guardia y vigilar al prisionero cuidadosamente, no sea que se aleje de su medio, como lo había hecho antes, en situaciones similares.

Judas podría haberse ahorrado el aliento. Hace mucho tiempo que el asunto estaba fuera de sus manos y más allá de su autoridad. Pero Judas no perdió tiempo. Tan pronto como pudo, se acercó a Jesús, dirigiéndose a Él con el término "rabino" y besándolo con la mayor ternura, o una y otra vez; repugnante, repugnante hipocresía! Con razón ha sido, desde entonces, ejemplo de advertencia para los creyentes de todos los tiempos. Tan bajo puede caer uno que una vez fue discípulo de Cristo, pero luego ha negado deliberadamente la fe y la buena conciencia.

La historia habla de muchos de esos Judas que entregaron a sus antiguos hermanos cristianos en manos de sus enemigos y entregaron las posesiones y derechos más sagrados en manos de los adversarios. No hay mezquindad tan grande como la de un antiguo amigo.

Continua dopo la pubblicità
Continua dopo la pubblicità