La primera profecía de Cristo acerca de su pasión. Desde entonces comenzó Jesús a mostrar a sus discípulos que Él debía ir a Jerusalén y sufrir muchas cosas de parte de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas, y ser muerto y resucitar al tercer día.

Los discípulos habían hecho una espléndida confesión de su fe, probando concluyentemente que tenían el conocimiento correcto y salvador acerca de Jesús, su Redentor. Cristo, por tanto, pensó que era el momento apropiado para prepararlos gradualmente para el gran clímax, la culminación de su obra. Ahora deberían ser capaces de soportar la noticia. Empezó a mostrarles, a darles información explícita y detallada. Una palabra muy significativa: debe ir a Jerusalén; una obligación divina descansaba sobre Él, era una necesidad que Él había asumido para cumplir la voluntad de Su Padre celestial por Su muerte para toda la humanidad, Salmi 40:8 .

Los ancianos, los principales sacerdotes y los escribas, veinticuatro de cada clase de estos formando el gran Sanedrín, o consejo principal de los judíos. Que estos enemigos suyos lograrían darle muerte, pero que resucitaría al tercer día: esa fue la suma y la sustancia que Jesús trató de aclarar a los discípulos a partir de las Escrituras del Antiguo Testamento.

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