Volvió a enviar otros sirvientes, diciendo: Diles a los que están invitados: He aquí, he preparado mi comida; mis bueyes y mis engordados están muertos, y todo está listo; ven al matrimonio.

Una vívida descripción de los elaborados preparativos para un banquete de boda oriental, para señalar una moraleja en el asunto del reino de Dios. Porque Cristo siempre tuvo un propósito definido al contar Sus parábolas, en la mayoría de los casos para enseñar la calificación adecuada para convertirse en miembro de Su gran reino. “Aprended ante todo que el reino de los cielos es el reino de Cristo, nuestro Señor, donde están presentes la Palabra y la fe.

En este reino tenemos la vida en la esperanza y somos, según la Palabra y la fe, puros de pecados y libres de la muerte y del infierno, aunque todavía estamos retrasados ​​por esta vieja coraza y carne perezosa. El casco aún no ha sido arrancado, la carne aún no ha sido removida; que aún está por hacer, entonces no habrá para nosotros sino vida, justicia y salvación. "En su forma externa, en su aparición en este mundo, este reino es como un hombre que fue un gran rey, un gobernante poderoso, que preparó un banquete de bodas para su hijo.

Tal fiesta de bodas no era un asunto de una hora o dos, sino que a menudo duraba días, Giudici 14:17 . A la hora señalada, se enviaron sirvientes para anunciar ese hecho a los que habían recibido una invitación, probablemente los príncipes, las personas ricas y poderosas del reino. Este segundo llamado parece estar de acuerdo exactamente con la costumbre oriental, Ester 6:14 .

El resultado, ya sea por consentimiento común o por mezquindad individual, fue una negativa rotunda. Pero el rey fue paciente. Envió a otros sirvientes con un mensaje más urgente para los invitados. Se les dan las mismas palabras para encomiar la fiesta, para estimular el deseo por su ofrenda. Se debe llamar la atención de los invitados sobre el hecho de que la comida del mediodía, con la que comenzaron las festividades, ya estaba completamente lista para ellos.

Los bueyes y los carneros engordados habían sido sacrificados y cocinados, no faltaba nada de las delicias habituales de la mesa. La riqueza del rey no había pasado por alto nada en el esfuerzo por honrar tanto a él como a sus invitados.

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