porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.

La forma o método de salvación como se enseña en el Evangelio no es solo la única forma de llegar al cielo, sino que también es el único método que puede aplicarse tanto a judíos como a gentiles: ser salvos por la fe. Esto lo corrobora San Pablo con un pasaje de las Escrituras, un nombre que se usa en todas partes para designar la colección de escritos del Antiguo Testamento en uso entre los judíos. Es una declaración amplia e inclusiva: Todo aquel que en él creyere, no será avergonzado, Isaia 28:16 .

Los dos pensamientos que el apóstol tiene en mente se destacan aquí claramente. Cualquiera, cualquiera, cualquiera que sea su raza o nacionalidad, cualquiera que hayan sido sus antecedentes; no hay diferencia. Y todo aquel que cree: la fe es el único medio para asegurar las bendiciones de la salvación, es la única condición para la aceptación de Dios. Y el apóstol explica: Porque no hay diferencia entre el judío por un lado y el griego por el otro.

En lo que se refiere a su relación con la salvación, con su necesidad y con el método para obtenerla, Dios aceptará cualquiera de los dos, tan pronto como crea. Porque el mismo, Jesucristo, es Señor de todos, poseedor de riquezas, de inestimables bendiciones y beneficios espirituales para todos y para todos los que le invocan. Cristo es el Señor y Salvador de todos los creyentes, y Su dominio de los medios y riquezas espirituales es tal que le permite dispensar las riquezas de Su gracia a todos y cada uno, y a todos juntos, que le invocan con fe, que lo adoran como su Redentor.

Porque la salvación de sus almas es el objeto de su oración, es evidente por las palabras: Todo aquel que invoque el nombre del Señor, será salvo. Véase Gioele 2:32 . Invocar el nombre de Jehová es idéntico a invocar el nombre del Señor Jesucristo. Los cristianos invocan, adoran, el nombre del Señor Jesucristo como el de Dios.

Su adoración es un fruto, una expresión de su fe. Y por esa fe, expresada en esta confesión, se aferran a la salvación eterna, son salvados por aquel Señor en quien han puesto su confianza. Así el apóstol pone de manifiesto la universalidad de la salvación, del hecho de que está destinada a todos los hombres, que el Evangelio, por tanto, debe ser proclamado en todo el mundo.

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