1 Reyes 22:1-53

1 Tres años pasaron sin que hubiera guerra entre Siria e Israel.

2 Y aconteció al tercer año que Josafat, rey de Judá, descendió a visitar al rey de Israel.

3 Entonces el rey de Israel dijo a sus servidores: — ¿Saben que Ramot de Galaad nos pertenece? ¡Y nosotros no hemos hecho nada para tomarla de mano del rey de Siria!

4 Luego preguntó a Josafat: — ¿Irás conmigo a la guerra a Ramot de Galaad? Y Josafat respondió al rey de Israel: — Yo soy como eres tú, y mi pueblo como tu pueblo, y mis caballos como tus caballos.

5 Además, Josafat dijo al rey de Israel: — Por favor, consulta hoy la palabra del SEÑOR.

6 Entonces el rey de Israel reunió a los profetas, unos cuatrocientos hombres, y les preguntó: — ¿Iré a la guerra contra Ramot de Galaad, o desistiré? Ellos respondieron: — Sube, porque el Señor la entregará en mano del rey.

7 Entonces preguntó Josafat: — ¿No hay aquí todavía algún profeta del SEÑOR, para que consultemos por medio de él?

8 El rey de Israel respondió a Josafat: — Todavía hay un hombre por medio del cual podríamos consultar al SEÑOR; pero yo lo aborrezco, porque no me profetiza el bien, sino el mal. Es Micaías hijo de Imla. Josafat respondió: — No hable así el rey.

9 Entonces el rey de Israel llamó a un funcionario y le dijo: — Trae pronto a Micaías hijo de Imla.

10 El rey de Israel y Josafat, rey de Judá, vestidos con sus vestiduras reales, estaban sentados, cada uno en su trono, en la era a la entrada de la puerta de Samaria; y todos los profetas profetizaban delante de ellos.

11 Sedequías hijo de Quenaana se había hecho unos cuernos de hierro y decía: — Así ha dicho el SEÑOR: “¡Con estos embestirás a los sirios, hasta acabar con ellos!”.

12 Y todos los profetas profetizaban de la misma manera, diciendo: — Sube a Ramot de Galaad y triunfa, porque el SEÑOR la entregará en mano del rey.

13 El mensajero que había ido a llamar a Micaías le habló diciendo: — He aquí, las palabras de los profetas unánimamente anuncian el bien al rey. Sea, pues, tu palabra como la de uno de ellos, y anuncia el bien.

14 Pero Micaías respondió: — ¡Vive el SEÑOR, que lo que el SEÑOR me diga, eso hablaré!

15 Llegó al rey, y el rey le preguntó: — Micaías, ¿iremos a la guerra contra Ramot de Galaad, o desistiremos? Él respondió: — Sube y triunfa, porque el SEÑOR la entregará en mano del rey.

16 El rey le dijo: — ¿Cuántas veces tengo que hacerte jurar que no me digas sino la verdad en el nombre del SEÑOR?

17 Entonces respondió: — He visto a todo Israel dispersado por los montes como ovejas que no tienen pastor. Y el SEÑOR dijo: “Estos no tienen señor; vuélvase cada uno a su casa en paz”.

18 Entonces el rey de Israel dijo a Josafat: — ¿No te dije que no profetizaría acerca de mí el bien, sino el mal?

19 Luego dijo Micaías: — Escucha, pues, la palabra del SEÑOR: Yo he visto al SEÑOR sentado en su trono; y todo el ejército de los cielos estaba de pie junto a él, a su derecha y a su izquierda.

20 Entonces el SEÑOR preguntó: “¿Quién inducirá a Acab, para que suba y caiga en Ramot de Galaad?”. Y uno respondía de una manera, y otro respondía de otra manera.

21 Entonces salió un espíritu, se puso delante del SEÑOR y dijo: “Yo lo induciré”. El SEÑOR le preguntó: “¿De qué manera?”.

22 Y él le respondió: “Saldré y seré espíritu de mentira en la boca de todos sus profetas”. Y el SEÑOR dijo: “Tú lo inducirás, y también prevalecerás. Sal y hazlo así”.

23 Ahora pues, he aquí que el SEÑOR ha puesto un espíritu de mentira en la boca de todos estos tus profetas, porque el SEÑOR ha decretado el mal con respecto a ti.

24 Entonces se acercó Sedequías hijo de Quenaana y golpeó a Micaías en la mejilla, diciéndole: — ¿Por qué camino se apartó de mí el Espíritu del SEÑOR, para hablarte a ti?

25 Y Micaías respondió: — ¡He aquí, tú lo verás aquel día, cuando te metas de cuarto en cuarto para esconderte!

26 Entonces dijo el rey de Israel: — Toma a Micaías y hazlo volver a Amón, alcalde de la ciudad, y a Joás, hijo del rey.

27 Y di: “El rey ha dicho así: ‘Pongan a este en la cárcel y manténganlo con una escasa ración de pan y de agua, hasta que yo llegue en paz’”.

28 Y Micaías dijo: — Si logras volver en paz, el SEÑOR no ha hablado por medio de mí. — Y añadió — : ¡Óiganlo, pueblos todos!

29 El rey de Israel subió con Josafat, rey de Judá, a Ramot de Galaad.

30 El rey de Israel dijo a Josafat: — Yo me disfrazaré y entraré en la batalla; pero tú, vístete con tus vestiduras. Entonces el rey de Israel se disfrazó y entró en la batalla.

31 Ahora bien, el rey de Siria había mandado a sus treinta y dos jefes de los carros que tenía, diciendo: “No luchen contra chico ni contra grande, sino solo contra el rey de Israel”.

32 Y sucedió que cuando los jefes de los carros vieron a Josafat, dijeron: — ¡Ciertamente este es el rey de Israel! Entonces se dirigieron hacia él para atacarlo pero Josafat gritó.

33 Y sucedió que al ver los jefes de los carros que no era el rey de Israel, se apartaron de él.

34 Entonces un hombre tiró con su arco a la ventura e hirió al rey de Israel por entre las junturas de la armadura y la coraza. Y él dijo al que guiaba su carro: — ¡Da la vuelta y sácame de la batalla, porque he sido herido!

35 La batalla arreció aquel día, y el rey fue sostenido en pie en el carro, frente a los sirios. Y murió al atardecer. La sangre de la herida corría hasta el fondo del carro.

36 A la puesta del sol salió una proclama por todo el campamento, diciendo: — ¡Cada uno a su ciudad! ¡Cada uno a su tierra!

37 Murió, pues, el rey y fue llevado a Samaria; luego sepultaron al rey en Samaria.

38 Lavaron el carro junto al estanque de Samaria (donde las prostitutas se lavaban), mientras los perros lamían su sangre, conforme a la palabra que el SEÑOR había hablado.

39 Los demás hechos de Acab y todo lo que hizo, la casa de marfil y todas las ciudades que edificó, ¿no están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Israel?

40 Acab reposó con sus padres, y su hijo Ocozías reinó en su lugar.

41 Josafat hijo de Asa comenzó a reinar sobre Judá en el cuarto año de Acab rey de Israel.

42 Josafat tenía treinta y cinco años cuando comenzó a reinar, y reinó veinticinco años en Jerusalén. El nombre de su madre era Azuba hija de Silji.

43 Él anduvo en todo el camino de su padre Asa, sin apartarse de él, haciendo lo recto ante los ojos del SEÑOR. Sin embargo, los lugares altos no fueron quitados, pues el pueblo continuaba ofreciendo sacrificios y quemando incienso en los lugares altos.

44 Josafat también hizo la paz con el rey de Israel.

45 Los demás hechos de Josafat, el poderío que logró y las guerras que llevó a cabo, ¿no están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Judá?

46 Él eliminó del país el resto de los varones consagrados a la prostitución ritual que habían quedado del tiempo de su padre Asa.

47 No había entonces rey en Edom; solo había un gobernador de parte del rey.

48 Josafat hizo barcos como los de Tarsis, para ir a Ofir por oro. Pero no fueron, pues los barcos se destrozaron en Ezión-geber.

49 Entonces Ocozías hijo de Acab dijo a Josafat: “Que vayan mis servidores con tus servidores en los barcos”. Pero Josafat no quiso.

50 Josafat reposó con sus padres y fue sepultado con ellos en la Ciudad de David, su padre. Y su hijo Joram reinó en su lugar.

51 Ocozías hijo de Acab comenzó a reinar sobre Israel, en Samaria, en el año diecisiete de Josafat, rey de Judá, y reinó dos años sobre Israel.

52 Él hizo lo malo ante los ojos del SEÑOR y anduvo en el camino de su padre, en el camino de su madre y en el camino de Jeroboam hijo de Nabat, quien hizo pecar a Israel.

53 Sirvió a Baal y lo adoró, y provocó a ira al SEÑOR Dios de Israel, conforme a todas las cosas que su padre había hecho.

ACAB MUERTO EN RAMOTH DE GALAAD.

1. Tres años pasaron sin guerra entre los Sirios e Israel—La derrota desastrosa de Ben-adad había destruído de tal modo su ejército y agotado los recursos de su país, que, por más que quería no podía comenzar de nuevo las hostilidades contra Israel. Pero que su enemistad hereditaria continuaba, fué manifiesto por su violación al pacto por medio del cual él se había comprometido a restaurar todas las ciudades que su padre había tomado (cap. 20:34).

2. Josaphat rey de Judá descendió al rey de Israel—Es extraño que una liga de amistad entre los soberanos de Israel y Judá, por primera vez, fuese formada por príncipes de tan contrarios caracteres, el uno piadoso, el otro malvado. Ni esta liga ni la alianza matrimonial por la cual fué cimentada la unión entre las familias reales, tuvieron la aprobación del Señor (2 Crónicas 19:2). Condujo, sin embargo, a una visita de Josafat, cuya recepción en Samaria fué distinguida por la hospitalidad más pródiga (2 Crónicas 18:2). Se aprovechó esta visita para promover un asunto en el cual Acab había puesto su corazón.

3. ¿No sabéis que es nuestra Ramoth de Galaad?—Ciudad levítica y libre sobre la frontera norte de Gad (Deuteronomio 4:43; Josué 21:38), sobre el sitio del actual Lago salado, en la provincia de Belka. Quedaba dentro del territorio del monarca israelita, y fué injustamente enajenada; pero si era una de las ciudades usurpadas por el primer Ben-adad, que el hijo había prometido devolver, o si era retenida por alguna otra razón, el historiador sagrado no lo dice. En la expedición que meditaba Acab para recuperar la ciudad, la ayuda de Josafat fué pedida y éste prometió que la daría, (véase 2 Crónicas 18:3). Antes de declarar la guerra, era costumbre consultar a los profetas (véase 1 Samuel cap. 28); y habiendo Josafat expresado un ardiente deseo de conocer la voluntad del Señor respecto a esta guerra, reunió Acab cuatrocientos de sus profetas. Estos no pueden haber sido los profetas de Baal ni de Astarot (cap. 18:19), pero parece (v. 12) que fueron profetas falsos, que rendían culto simbólico a Jehová por medio de los becerros. Siendo ellos criaturas de Acab, unánimemente predijeron un próspero resultado de la guerra. Pero descontento con ellos, Josafat preguntó si había algún profeta verdadero de Jehová. Acab consintió, con grande desgano, en que fuese llamado Miqueas. Era el único profeta verdadero residente en Samaria, y fué necesario sacarlo a él de la cárcel (v. 26), en la cual, según Josefo, había sido echado a causa de su reprensión a Acab por haber perdonado al rey de Siria.

11. Sedechías hijo de Chanaana se había hecho unos cuernos de hierro—Pequeñas protuberancias del tamaño y forma de nuestros matacandelas (llevados en muchas partes del Oriente como adornos militares), eran llevados por los sirios de aquel entonces, y probablemente por los guerreros israelitas también. Sedequías, tomando dos cuernos, representada dos héroes, y, teniéndose por profeta, deseaba de esta manera representar a los reyes de Israel y Judá en un triunfo militar. Fué acción simbólica, para dar más fuerza a sus palabras (véase Deuteronomio 33:17); pero no valía más que el blandir de una lanza. (Calmet’s Fragments).

14. lo que Jehová me hablare, eso diré—En el camino el mensajero que le conducía a la presencia real, le informó del tenor de las profecías ya pronunciadas, y le recomendó que concordara con los demás, sin duda por el propósito bondadoso de verle libre de la prisión. Pero Miqueas, inflexiblemente fiel a su misión divina como profeta, anunció su propósito de proclamar honradamente lo que Dios le dijera. Preguntándole el rey: “¿Iremos a pelear contra Ramoth de Galaad, o la dejaremos?”, el profeta dió precisamente la misma contestación que los oráculos que habían sido contestados antes; pero debe haber sido dada en un tono sarcástico de acuerdo con la manera de hablar de ellos. Pero siéndole pedido urgentemente que diera una contestación seria y veraz, Miqueas declaró lo que el Espíritu le había revelado por medio de una visión: “Yo vi a todo Israel esparcido por los montes como ovejas que no tienen pastor”. El significado de esto era, que el ejército de Israel sería derrotado y disperso; que Acab caería en la batalla, y que el pueblo volvería sin ser perseguido o destruido por el enemigo.

18-23. ¿No te lo había yo dicho? Ninguna cosa buena profetizará él acerca de mí, sino solamente mal—Como Acab estaba dispuesto a atribuir esta desagradable verdad a la enemistad personal, Miqueas siguió sin miedo contando detalladamente al airado monarca lo que le había sido revelado. Los profetas hebreos sacaban sus cuadros simbólicos de escenas terrenales, representando a Dios como rey en su reino. Y como los príncipes terrenales no hacen nada de importancia sin pedir la opinión de sus consejeros, se representa a Dios como consultando acerca de la suerte de Acab. Este lenguaje profético no hay que interpretarlo literalmente, y el mandato debe considerarse sólo como una concesión al espíritu mentiroso. (Romanos 11:34). (Calmet).

24, 25. Llegándose entonces Sedechías hijo de Chanaana, hirió a Micheas en la mejilla—La insolencia de este hombre, jefe de los profetas falsos, parece haber sido provocada por celos porque Miqueas tenía el espíritu de inspiración. Este modo de herir, generalmente con un zapato, es severo e ignominioso. La respuesta ecuánime del profeta del Señor consistía en anunciar la suerte de los profetas falsos como consejeros de la expedición desastrosa.

26-28. Toma a Micheas … Echad a éste en la cárcel—Acab, bajo el impulso de su resentimiento vehemente, manda otra vez a Miqueas a la cárcel hasta su regreso. pan de angustia, agua de aflicción—es decir, lo peor de la comida de la cárcel. Miqueas se sometió, pero repitió, a oídos de todos, que el resultado de la guerra sería fatal para Acab.

29-39. subió … a Ramoth de Galaad—El rey de Israel, resuelto a la expedición, se marchó acompañado por su aliado y con todo su ejército, al sitio; pero al acercarse a la escena de acción, le falló su valor, y, esperando evitar el poder de la profecía de Miqueas mediante una estratagema secreta, él tomó el uniforme de un subalterno, mientras que aconsejaba a Josafat a pelear en su ropa real. El rey sirio, con miras de poner fin a la guerra lo más pronto posible, o tal vez de borrar la mancha de su humillación, (cap. 20:31), había dado orden especial a sus generales de que pelearan sólo contra Acab, y que lo tomaran vivo o muerto, como autor de la guerra. Los oficiales primero dirigieron su ataque contra Josafat, pero reconociendo su error, lo dejaron. Acab fué herido por un flecha disparada a la ventura, la cual, probablemente estaba envenenada, y con la alta temperatura se aumentó la virulencia del veneno, y él murió a la puesta del sol. El cadáver fué llevado a Samaria; y como estaban lavando el carro en que fué traído, en un estanque cerca de la ciudad, de la sangre que había corrido abundantemente de la herida, los perros la lamieron, tal como Jehová lo había predicho por medio de Elías. Acab fué sucedido por su hijo Ocozías.

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