Hechos 28:1-31

1 Una vez a salvo, supimos luego que la isla se llamaba Malta.

2 Los nativos nos trataron con no poca amabilidad, pues nos recibieron a todos y encendieron un fuego a causa de la lluvia que caía y del frío.

3 Entonces, al recoger Pablo una cantidad de ramas secas y echarlas al fuego, se le prendió en la mano una víbora que huía del calor.

4 Cuando los nativos vieron la serpiente colgada de su mano, se decían unos a otros: “¡Seguramente este hombre es homicida, a quien, aunque se haya salvado del mar, la justicia no le deja vivir!”.

5 Entonces él sacudió la serpiente en el fuego, pero no padeció ningún mal.

6 Mientras tanto, ellos esperaban que comenzara a hincharse o que cayera muerto de repente. Pero al pasar mucho tiempo esperando y al ver que no le pasaba nada malo, cambiaron de parecer y decían que era un dios.

7 En aquellos lugares estaban las propiedades del hombre principal de la isla, que se llamaba Publio. Este nos recibió y nos hospedó de manera amistosa por tres días.

8 Aconteció que el padre de Publio estaba en cama, enfermo de fiebre y disentería. Pablo entró a donde él estaba, y después de orar, le impuso las manos y le sanó.

9 Después que sucedió esto, los demás de la isla que tenían enfermedades también venían a él y eran sanados.

10 También ellos nos honraron con muchos obsequios, y antes que zarpáramos, nos abastecieron de las cosas necesarias.

11 Así que, después de tres meses, zarpamos en una nave alejandrina que había invernado en la isla y que tenía por insignia a los dioses Dióscuros.

12 Habiendo arribado a Siracusa, estuvimos allí tres días.

13 De allí, costeando alrededor, fuimos a Regio; y un día después se levantó el viento del sur, y llegamos al segundo día a Puteoli.

14 Allí hallamos hermanos y fuimos invitados a quedarnos con ellos siete días. Y de esta manera llegamos a Roma.

15 Al oír de nosotros, los hermanos vinieron hasta la plaza de Apio y las Tres Tabernas para recibirnos. Pablo, al verlos, dio gracias a Dios y cobró ánimo.

16 Cuando llegamos a Roma, a Pablo le fue permitido vivir aparte, con un soldado que le custodiaba.

17 Aconteció que, tres días después, Pablo convocó a los que eran los principales de los judíos, y una vez reunidos les dijo: — Hermanos, sin que yo haya hecho ninguna cosa contra el pueblo ni contra las costumbres de los padres, desde Jerusalén he sido entregado preso en manos de los romanos.

18 Habiéndome examinado, ellos me querían soltar porque no había en mí ninguna causa digna de muerte.

19 Pero como los judíos se oponían, yo me vi forzado a apelar al César, no porque tenga de qué acusar a mi nación.

20 Así que, por esta causa les he llamado para verles y hablarles, porque por la esperanza de Israel estoy ceñido con esta cadena.

21 Entonces ellos dijeron: — Nosotros no hemos recibido cartas de Judea tocante a ti, y ninguno de los hermanos que ha venido ha denunciado o hablado algún mal acerca de ti.

22 Pero queremos oír de ti lo que piensas, porque nos es conocido acerca de esta secta, que en todas partes se habla en contra de ella.

23 Habiéndole fijado un día, en gran número vinieron a él a donde se alojaba. Desde la mañana hasta el atardecer, les exponía y les daba testimonio del reino de Dios, persuadiéndoles acerca de Jesús, partiendo de la Ley de Moisés y de los Profetas.

24 Algunos quedaban convencidos por lo que decía, pero otros no creían.

25 Como ellos no estaban de acuerdo entre sí, se iban cuando Pablo les dijo una última palabra: — Bien habló el Espíritu Santo por medio del profeta Isaías a sus padres, diciendo:

26 Ve a este pueblo y diles: “De oído oirán y jamás entenderán; y viendo verán y nunca percibirán”.

27 Porque el corazón de este pueblo se ha vuelto insensible, y con los oídos oyeron torpemente. Han cerrado sus ojos de manera que no vean con los ojos, ni oigan con los oídos, ni entiendan con el corazón, ni se conviertan. Y yo los sanaré.

28 Sepan, pues, que a los gentiles es anunciada esta salvación de Dios, y ellos oirán.

29 [4],

30 Pablo permaneció dos años enteros en una casa que alquilaba. A todos los que venían a él, les recibía allí,

31 predicando el reino de Dios y enseñando acerca del Señor Jesucristo, con toda libertad y sin impedimento.

CAPITULO 28

LA INVERNADA EN MALTA, Y LOS ACONTECIMIENTOS NOTABLES ALLI—EL VIAJE POR MAR SEGUIDO HASTA PUTEOLI, Y DE ALLI POR TIERRA HASTA ROMA—RESUMEN DE LAS LABORES DEL APOSTOL ALLI EN LOS DOS AÑOS SIGUIENTES.

1. supimos que la isla se llamaba Melita—Véase la nota cap. 27:39. La teoría de que esta isla no era la de Malta al sur de Italia, sino Meleda en el golfo de Venecia—teoría que hasta hace poco tenía el apoyo respetable de jueces competentes—ahora está casi del todo refutada. Las recientes investigaciones de todos los lugares y de todos los escritos y principios que tratan la cuestión, por caballeros de suma competencia, en particular por el Sr. Smith (véase nota. cap. 27:41), han dejado el asunto, se puede decir, resuelto. Es decir, que la isla era Malta.

2. los bárbaros—Así llamados solamente porque no hablaban el griego ni el latín. Eran originalmente colonos fenicios. nos mostraron no poca humanidad—[humanidad no común], porque, encendido un fuego, nos recibieron a todos, a causa de la lluvia [la que ya les había tomado, no la que caía ahora] que venía [que caía con fuerza] y del frío—nos acogieron a todos, empapados y tiritando, con las señales más propias de amistad. En esto aquellos “bárbaros” contrastan favorablemente con muchos que desde entonces ban llevado el nombre de “cristianos”. El estilo natural de la narración aquí y en los versículos que siguen le dan un gran encanto.

3. habiendo Pablo recogido algunos [“una cantidad de”] sarmientos—La vigorosa actividad característica de Pablo se observa en esta acción comparativamente insignificante [Webster y Wilkinson]. puéstolos en el fuego, una víbora, huyendo del calor—Habiéndose retirado entre un montón de ramas al acercarse el invierno, repentinamente se había restablecido de su torpor por el calor. le acometió a la mano—Se le prendió de la mano con el colmillo. Las víboras se lanzan sobre sus enemigos a veces desde un metro o más de distancia. Estas han desaparecido de Malta, debido al cambio producido por la cultivación de la tierra.

4-6. Ciertamente este hombre es homicida [sus cadenas, que ellos verían, fortificarían esta impresión] a quien … la justicia no deja vivir—Ellos creían en la mano y el ojo supremos, vengativos e irresistibles, por vagas que fuesen sus nociones acerca de donde residían. sacudiendo la víbora en el fuego, ningún mal padeció—Véase Marco 16:18. ellos estaban esperando cuándo se había de hinchar, o caer muerto—[conociendo el efecto de tales mordeduras] … viendo que ningún mal le venía, mudados, decían que era un dios—de un “homicida” a “un dios”, así cambiaron de parecer los isleños; muy distinta actitud de los licaonios que querían ofrecer sacrificios a Pablo y a Silas y después los apedrearon (cap. 14:13, 19). ¡Cuánto ha hecho el evangelio por porciones no iluminadas de la familia humana, mientras que sus efectos sobre los cultos y eruditos, muy diferentes por cierto, no son menos maravillosos! De veras el evangelio es el agente restorativo escogido de Dios para el espíritu humano, en todas las múltiples formas y graduaciones de su condición depravada.

7, 8. heredades del [hombre] principal de la isla—Difícilmente se llamaría así durante la vida de su padre, si su distinción fuera la de la familia. Pero ahora está averiguado que éste era el título propio oficial del representante maltés del pretor romano de Sicilia, a la cual provincia Malta pertenecía; se han descubierto dos inscripciones en la isla, una en griego y la otra en latín, que tenían las mismas palabras que Lucas aquí emplea. el cual nos recibió [a los de la compañía de Pablo, incluyendo, sin duda, al cortés Julio] y hospedó tres días humanamente—Hasta que se les aparejase alojamiento apropiado para el invierno. el padre de Publio … enfermo de fiebres—La palabra se usa frecuentemente en el plural, probablemente para expresar los ataques intermitentes. y de disentería—La exactitud médica del estilo de nuestro historiador se ha observado aquí. al cual Pablo entró, y después de haber orado (previniendo así la suposición de que él tuviera encantamiento alguno), le puso las manos encima, y le sanó—Así que, como nuestro Señor recompensó a Pedro el uso de su bote (Lucas 5:3), así Pablo recompensa a Publio ricamente por su hospitalidad. Notemos el cumplimiento aquí de dos cosas predichas en Marco 16:18 : “quitarán serpientes” y “pondrán las manos sobre los enfermos” para sanarlos.

9. esto hecho … otros … llegaban, y eran sanados—Es decir, siguieron viniendo durante la estada de ellos, no todos a la vez [Webster y Wilkinson]. (Una opinión reciente es al efecto de que los enfermos venían a recibir asistencia médica, a manos de “médico amado”, y que no se trata especialmente de sanidades milagrosas. Nota del Trad.) nos honraron con muchos obsequios … nos cargaron de las cosas necesarias—Esto no era recibir salario por los milagros obrados entre ellos (Mateo 10:8), sino la expresión de sentimientos de gratitud, particularmente en la preparación de sus comodidades para el viaje, que darían a conocer cuánto apreciaron la presencia y las labores del apóstol entre ellos, y que de no haberlo aceptado hubiera herido las susceptibilidades. Si resultaron efectos permanentes en Malta de esta estada de tres meses del mayor de los apóstoles, nada cierto podemos decir. Pero aunque se puede dar poco crédito a la tradición de que Publio llegó a ser obispo de Malta y después de Atenas, podemos creer que la tradición admitida de que los comienzos de la iglesia cristiana en Malta surgieron de esta visita memorable.

11. navegamos en una nave Alejandrina [véase nota, cap. 27:6] que había invernado en la isla—Sin duda impelida allá por la misma tormenta que había hecho naufragar la nave del apóstol: una señal incidental de la autenticidad de la narración. tenía por enseña—la figura tallada y pintada, en la proa, la que daba nombre a la nave. a Cástor y Pólux—los dioses titulares de los marineros, a quienes se atribuía toda su buena fortuna. Estos son sustituídos por San Antonio en las modernas supersticiones de los marineros (romanistas) del Mediterráneo. Llevan la imagen de él en sus botes y en sus barcos. Es muy improbable que se hubieran hallado casualmente dos naves de Alejandría, cuyos dueños pudiesen y quisiesen recibir abordo tan grande número de pasajeros (cap. 27:6). Podemos pues suponer razonablemente que era obligatorio a los dueños navieros llevar a los soldados y a los viajeros oficiales. [Webster y Wilkinson].

12, 13. llegados a Siracusa—La antigua y célebre capital de Sicilia, en la costa oriental, a unos 130 kilómetros, o a un día de navegación, al norte de Malta. estuvimos allí tres días—Probablemente a causa del estado de los vientos. Sin duda, Pablo quiso bajar a tierra para buscar a los judíos y prosélitos que habrían sido atraídos a este buen centro mercantil, y abrir nuevo terreno entre ellos; y si esto se le permitió al comienzo de su viaje (cap. 27:3), con cuánta más razón ahora, ya que había ganado tanto prestigio y confianza en sus contactos con todas las clases. En todo caso, no podemos extrañarnos de que Pablo fuese considerado por los sicilianos como el fundador de la iglesia de dicha isla. costeando alrededor—navegando a barlovento probablemente, aprovechándose de las sinuosidades de la costa, no siéndoles favorable el viento [Smith]. Confirma esto lo que sigue. vinimos a Regio—Puerto de mar sobre el punto sudoeste de la costa italiana, frente al punto noreste de Sicilia, y a la entrada de los angostos estrechos de Mesina. otro día después, soplando el austro—“habiendo viento del sur”; favorecidos ahora por un víento bueno, por falta del cual habían tenido que demorar tres días en Siracusa, para luego barloventear y entrar en Regio por un día—al segundo día a Puteolos—Ahora llamado Pozzuoli, sito en la parte norte de la magnífica bahía de Nápoles distante de Regio como 290 kilómetros, trayecto que podrían cubrir, corriendo delante del “austro” en unas veintiséis horas. Los barcos graneros alejandrinos gozaban del privilegio de no tener que izar la gavia al entrar en un puerto. Así era fácil conocerlo en cuanto aparecían sobre el horizonte. [Hows].

14, 15. habiendo hallado hermanos—No a “los hermanos” (véase nota, cap. 21:4), por lo que se infiere que no pensaban hallarlos. [Webster y Wilkinson]. nos rogaron que quedásemos [“fuimos invitados a quedar”] con ellos siete días—Si esta invitación fué de parte de Julio, pudo haber resultado en parte de su deseo de recibir instrucciones desde Roma y para recibir los arreglos para el viaje hasta allí, y en parte de su deseo de agradar a Pablo, como parece que venía haciendo intencionalmente y en mayor grado. Apenas se puede dudar que fuera movido por ambas consideraciones. Sea como fuera, el apóstol tuvo así la oportunidad para pasar un sábado con los cristianos del lugar, experiencia tanto más reparadora cuanto hacía mucho que no gozaba de ella, y por cuanto le esperaba un futuro desconocido luego en la metrópoli. luego vinimos a Roma; 15. De donde, oyendo de nosotros los hermanos (de Roma)—por carta desde Puteoli (Pozzuoli), y probablemente por la misma posta que se dió a conocer el arribo de Julio. nos salieron a recibir hasta la plaza de Appio—Un pueblo a 64 kilómetros de distancia de Roma. y Las Tres Tabernas—a 32 kilómetros de Roma. Vinieron a saludar al apóstol en dos grupos, el uno llegando al punto más cercano, el otro yendo al punto más remoto. a los cuales como Pablo vió, dió gracias a Dios—por semejante bienvenida. Cuán sensible era Pablo a las demostraciones de cariño cristiano lo dan a conocer todas sus epístolas (Romanos 1:19, etc.) y tomó aliento—estando por fin al punto de realizar, tan auspiciosamente, su propósito tanto tiempo alentado de “ver a Roma” (cap. 19:21), así como de cumplirse la divina promesa (cap. 23:11) de que así había de ser.

16. como llegamos a Roma—La renombrada capital del mundo antiguo, sita sobre el río Tíber. el centurión entregó los presos al prefecto de los ejércitos—Es decir, al prefecto pretorial, a cuya custodia, como comandante de la guardia pretorial, la suprema autoridad militar de la ciudad, eran confiados todos los que habían de comparecer en juicio ante el emperador. Comúnmente había dos prefectos; pero desde el año 51 hasta 62 d. de C., un general distinguido, Burrus Aframus, que había sido tutor de Nerón, ocupaba dicho puesto; y como nuestro historiador habla “del prefecto”, como si no hubiese más que uno, se ha creído que esto fija la fecha de la llegada del apóstol no más tarde que el año 62 [Wies]. Pero aun cuando no hubiera dos prefectos cuando Pablo llegó, hubiera sido entregado a uno solo de ellos, el que sería “el prefecto” o capitán encargado de él. Cuando más, pues, este detalle no puede más que confirmar la evidencia cronológica que se consigue de otra manera. mas a Pablo fué permitido estar por sí, con un (“el”) soldado que le guardase—(Véase nota, cap. 12:6). Este privilegio se concedía a la mejor clase de presos, los no acusados de ofensa flagrante, que diesen fianza: la cual, en el caso de Pablo, no sería difícil conseguir entre los cristianos. La concesión de este privilegio al apóstol pudo ser debida a los términos en que Festo escribiera de él; pero más probablemente se debió a los, conceptos que Julio expresara de él, y su expresa intercesión en favor de él. Se dispuso, sin embargo, que se diese al apóstol el mayor alcance para sus labores que fuese compatible con su confinamiento. Como los soldados que le guardaban, se relevaban periódicamente, llegaría él a conocer personalmente a muchísimos de la guardia pretoriana; y si él tenía que presentarse ante el prefecto de tiempo en tiempo, la verdad evangélica podía así penetrar entre los que rodeaban al emperador, como vemos en Filipenses 1:12, fué el caso.

17-20. Pablo convocó a los principales de los Judíos—Aunque fueron expulsados de la capital por Claudio. los judíos gozaban del pleno beneficio de la tolerancia que distinguió al primer período del reinado de Nerón, y estaban establecidos a esta sazón en considerables números, con riqueza e influencia, en Roma. Hemos visto que ya hacia muchísimo que existía en Roma una iglesia cristiana floreciente, a la que Pablo dirigía su Epístola (véase nota, cap. 20:3), y de la cual los primeros miembros serían judíos y prosélitos convertidos. (Véase la Introduccion a la Epístola a los Romanos). he sido entregado preso desde Jerusalem en manos de los Romanos—(las autoridades romanas, Félix y Festo). fuí forzado a apelar a César; no que tenga de qué acusar a mi nación—Es decir, no estoy aquí como acusador de ellos, sino como mi propio defensor, y esto no por grado, sino por necesidad. Su objeto de aludir así con blandura al tratamiento recibido de parte de los judíos era para evitar todo lo que pudiera irritar al principio a sus visitantes, especialmente por cuanto no sabía si alguna o qué clase de información acerca de él había llegado a la comunidad de ellos. por esta causa, os he llamado … por la esperanza de Israel (véase nota, cap. 26:6, 7) estoy rodeado de esta cadena—En otras palabras: “Esta causa no es tanto mía como vuestra; es la causa de la nación; todo lo que es querido al corazón y a la esperanza de Israel está envuelto en esta causa mía”. Por las conmovedoras alusiones que hace el apóstol a sus cadenas, ante Agripa primero, y aquí ante los miembros prominentes de la comunidad judía en Roma, en esta su primera entrevista con ellos, uno concluiría que su alma grande sentía agudamente el estar en tal condición; y es a esta agudeza de sentimiento, bajo el control del principio cristiano, que debemos el provecho noble de que él sacó en estos dos casos.

21, 22. ni hemos recibido cartas tocante a ti—No tenemos que suponer (con Tholuck y otros) que haya en esto disimulación engañosa. La distinción que ellos hacen entre él mismo (contra quien nada habían oído) y “esta secta … que en todos lugares es contradicha”, es una presuposición en favor de la sinceridad de ellos; y hay base para pensar que como el caso tomó el giro impensado de la apelación de Pablo a César, así ninguna noticia al respecto habria llegado a Roma antes que él mismo. querríamos (creemos digno) oir de ti lo que sientes—¡Cuáles son tus sentimientos, tus pensamientos, etc. La aparente exención de prejuicios aquí indicada puede haber surgido de un deseo prudente de evitar el riesgo de la repetición de aquellas disenciones tocante al cristianismo a las que, probablemente. Suetonio alude, y que motivaron la expulsión de los judíos bajo Claudio. [Humphry] Véase nota, cap. 18:2.

23, 24. vinieron a él muchos (“en número considerable”) a la posada—La palabra significa el lugar donde uno está de huésped (Filemón v. 22), no “su casa alquilada”, mencionada en v. 20. Unos amigos cristianos—posiblemente Aquila y Priscila, que habían vuelto a Roma (Romanos 16:3)—tendrían mucho gozo en recibirlo, aunque pronto después se hallaría más cómodo en una casa suva propia. a los cuales declaraba y testificaba el reino de Dios—exponiendo los grandes principios espirituales de aquel reino en oposición a las ideas estrechas y seculares que de él alentaban los judíos. persuadiéndoles lo concerniente a Jesús—como Cabeza ordenada y profetizada de aquel reino. por la ley de Moisés y por los profetas—sacando su material y sus argumentos de una fuente mutuamente reconocida. desde la mañana hasta la tarde—“¡Quién no hubiera deseado estar presente! exclama Bengel; pero virtualmente estamos presentes, mientras escuchemos aquellas epístolas que él dictó en su prisión en Roma, y sus demás exposiciones epistolarias de la verdad cristiana en contra de los judíos!” algunos asentían … algunos no creían—¡Qué sencillez y qué candor hay en esta historia de un resultado repetido de edad en edad donde se presenta el evangelio en reuniones promiscuas de sinceros investigadores de la verdad y de mundanos frívolos y de f anáticos predispuestos!

25-29. como fueron entre sí discordes—como la reunión se convirtió en dos partidos en que se dividieron los visitantes respecto a los argumentos y las conclusions del apóstol. se fueron—acabado el material de discusión de parte de ambos partidos. diciendo Pablo esta palabra—“después que les hubo dicho esta sola palabra”: un solemne testimonio final. sacado de las Escrituras que ellos como él tenían por “el Espíritu Santo que hablaba” a Israel. De oído oiréis, etc.—Véase nota, Mateo 13:13; Juan 12:38. ¡Con qué pena sería este severo dicho arrancado de aquel de quien “el deseo del corazón y la oración a Dios por Israel era de que fuesen salvos”, y quien tenía “gran tristeza y continuo dolor” en su corazón, a causa de ellos (Romanos 10:1; Romanos 9:2)! a los Gentiles es enviada esta salud [salvación] de Dios: y ellos oirán—Véase nota, cap. 13:44-48. “Esta partida a los gentiles había él intimado a los perversos judíos en Antioquía (cap. 13:46), en Corinto (cap. 18:6), y ahora en Roma; así pues se hizo en Asia, en Grecia, y en Italia” [Bengel]. los Judíos salieron, teniendo entre sí gran contienda—“Este versículo falta en muchos manuscritos (y es omitido por varios editores recientes) pero sin razón por cierto. Probablemente estas palabras eran tenidas por superfluas, por cuanto parecen decirnos lo que se nos había dicho ya (v. 25). Pero en el v. 25 es la descontinuación del discurso lo que está indicado, y aquí la salida final de la casa” [Olshausen].

30. Pablo … quedó dos años enteros en su casa de alquiler—(véase nota, v. 23). pero todavía en custodia, porque sólo “recibía a todos los que a él venían”; no se dice que él fuese a la sinagoga ni a otro lugar alguno. Predicando … con toda libertad, sin impedimento—gozando, en el ejercicio ininterrumpido de su ministerio, de toda libertad de un hombre custodiado.

Así termina este preciosísimo monumento de los comienzos de la iglesia cristiana en su marcha del este al oeste, entre los judíos primeramente, cuyo centro fué Jerusalén; luego con los gentiles, con Antioquía por su sede; y finalmente, fué vista flameando sobre la Roma imperial, predicando sus triunfos universales. A aquel distinguido apóstol, cuya conversión, cuyas labores y aflicciones por “la fe que una vez destruía”, ocupan más de la mitad de esta historia, lo deja preso, sin ser oído, aparentemente, por dos años. Sus acusadores, cuya presencia era indispensable, hubieran tenido que esperar la vuelta de la primavera antes de emprender viaje para la capital, a donde acaso no llegarían en muchos meses; tampoco, una vez llegados, tendrían tanta confianza de éxito (después que Félix. Festo y Agripa lo habían declarado inocente) como para estar impacientes por la demora. Y si querían testigos que probasen las acusaciones de Tértulo, de que Pablo era “levantador de sediciones entre los judíos de todo el mundo (romano)” (cap. 24:5). debieron haber visto que, a menos que se les diese tiempo considerable, el caso seguramente caería por su propio peso. Si a esto se le agregan las demoras caprichosas del emperador mismo, y la costumbre de Nerón de no juzgar sino un solo caso a la vez, no parecerá extraño que el historiador no tuviese ningún proceso sobre este caso digno de historiar durante estos dos años. Habiéndose iniciado el juicio, probablemente, antes de la llegada del apóstol, su progreso en Roma ante su vista, le proporcionaría mucho en qué ocuparse para hacerle olvidar el tedio de su largo encarcelamiento. Si el caso hubiera tenido audiencia durante este período—aun más si hubiera sido resuelto—es apenas concebible que la historia se hubiera acabado en la forma en que terminó. Pero si, al fin de este período, le faltara a la narración sólo la decisión del caso, mientras “la esperanza prolongada es tormento del corazón” (Proverbios 13:12), y si, bajo la dirección de aquel Espíritu, cuyo sello estaba en todo aquello, pareció de más importancia poner a la iglesia en seguida en posesión de esta historia, que retenerla por tiempo indeterminado para incluir en ella lo que en todo caso se daría a conocer por otros medios, no podemos extrañarnos de que se concluyera así como concluye con los últimos dos versículos. Todo lo demás que sabemos de los hechos y la historia del apóstol lo tenemos que entresacar de las Epístolas del Encarcelamiento: Efesios, Filipenses, Colosenses y Filemón, escritas durante este período, y de las Pastorales: a Timoteo y a Tito, las que a nuestro juicio son de una fecha posterior. De las primeras nos enteramos de los siguientes datos: (1) Que la penosa restricción puesta a las labores del apóstol por sus prisiones sólo había hecho girar su influencia por otros canales: el evangelio penetró como consecuencia hasta el palacio y en la capital, y dió valor a los predicadores de Cristo; y mientras que la porción judaizante de ellos, observando sus éxitos entre los gentiles, se había alentado a inculcar con nuevo celo su propio evangelio más estrecho, esto mismo había contribuído para extender la verdad común a ambos partidos (véanse notas, Filipenses 1:12; Filipenses 4:22). (2) Que además de sus otros deberes, “el cuidado de todas las iglesias se agolpaba sobre él cada día” (2 Corintios 11:28). de modo que con estas iglesias él se comunicaba activamente por medio de cartas y mensajeros, y para tales encomiendas no careció de hermanos fieles y amados bastante dispuestos a servirle: Lucas, Timoteo, (Juan) Marcos, Demas, Aristarco, Epafras, Onésimo, Jesús llamado Justo y por un tiempo corto, Epafrodito (véanse notas, Colosenses 4:7, Colosenses 4:9; Filemón vv. 23, 24: e Introducción a Efesios, Filipenses y Filemón). Que el apóstol sufriera el martirio bajo Nerón en Roma nunca se ha dudado. Pero que la apelación que lo llevó a Roma resultara en su liberación, que él estuviera libre por unos años después e hiciera algunas giras misionales extensas, y que arrestado de nuevo y llevado a Roma fuera entonces ejecutado. fué la creencia no disputada de la iglesia primitiva, según la indicación de Crisóstomo, Jerónimo y Eusebio en el siglo cuarto, hasta Clemente de Roma, el “colaborador” del apóstol mismo (Filipenses 4:3), del siglo primero. La más fuerte confirmación posible de esto se halla en las Epístolas Pastorales, las que dan señales en todas sus partes de un estado de la iglesia más adelantado, y de formas de error más maduradas que las que pudieran haber existido en período alguno antes de la apelación que motivó la ida del apóstol a Roma; las que se refieren a movimientos de él y de Timoteo que no encuadran, sin forzar la razón (a nuestro juicio), en período anterior alguno; las que también están redactadas en un estilo manifiestamente más maduro que el de cualquiera de sus demás epístolas. (Véase la Introducción a Timoteo y a Tito, y notas). Todo esto lo han puesto en duda críticos modernos de gran erudición y exactitud [Petavius, Lardner, De Wette, Wieseler, Davidson, etc.] Pero los que apoyan la opinión antigua son de igual autoridad y más numerosos, y el peso del argumento nos parece estar decididamente de parte de éstos.

TABLA CRONOLOGICA DE LOS EVENTOS PRINCIPALES RELACIONADOS CON LA VIDA DEL APOSTOL PABLO

No es posible que haya certeza en estas fechas, por cuanto las notas de cronología de Los Hechos son pocas y vagas. Es sólo relacionando aquellos eventos de la historia profana que el libro registra, las fechas de los cuales conocemos substancialmente por otras fuentes; tales como la escasez bajo el reinado de Claudio César (cap. 11:28), la expulsión de los judíos de Roma por el mismo emperador (cap. 18:2), y el comienzo de la procuraduría de Porcio Festo (cap. 24:27), con los intervalos especificados entre algunos acontecimientos de la vida del apóstol y de otros (tales como caps. 20:31; 24:27; 28:30, y Gálatas caps. 1 y 2), podemos abrirnos paso entre las dificultades que rodean la cronología de la vida del apóstol, para aproximarnos a lo cierto. Se ha llevado a cabo extensísima investigación en el asunto; pero, como era de esperarse, los eruditos están muy divididos en sus opiniones. Se ha señalado como probable fecha de la conversión del apóstol cada año desde el 31 [Bengel] hasta el 42 [Eusebio] d. de C. Pero el peso de la autoridad está en favor de fechas que varían entre el año 35 y el 40, una diferencia de no más de cinco años; y la mayor parte de las autoridades está en favor del año 37 o 38. Tomando por base el primero de éstos, hacia el que se inclina mayormente la opinión, la siguiente tabla será provechosa al estudiante de la historia apostólica:

Año de Christo 37

Conversión de Pablo

Hechos 9:1.

Año de Christo 40

Primera Visita a Jerusalén

Hechos 9:26; Gálatas 1:18.

Año de Christo 42-44

Primera Residencia en Antioquía

Hechos 11:25.

Año de Christo 44

Segunda Visita a Jerusalén

Hechos 11:30; Hechos 12:25.

Año de Christo 45-47

Primer Viaje Misionero

Hechos 13:2.

Año de Christo 47-51

Segunda Residencia en Antioquía

Hechos 14:28.

Tercer Viaje a Jerusalén

Hechos 15:2; Gálatas 2:1.

Año de Christo 51-53 o 54

Segundo Viaje Misionero

Hechos 15:36, Hechos 15:40; Hechos 18:22.

Año de Christo 53 o 54

Cuarta Visita a Jerusalén

Hechos 18:21, Hechos 18:22.

Tercera Residencia en Antioquía

Hechos 18:22, Hechos 18:23.

Año de Christo 54-58

Tercer Viaje Misionero

Hechos 18:23-21.

Año de Christo 58

Quinta Visita a Jerusalén Arresto y Encarcelamiento en Cesarea

Hechos 21:15.

Año de Christo 60

otoño

Viaje y Llegada a Roma

Hechos 27:1.

Año de Christo 61

primavera

Año de Christo 63

Primera Liberación después de su Detención

Hechos 28:30.

En Creta, Colosas, Macedonia, Corinto, Nicópolis, Dalmacia, Troas

1 y 2 Timoteo, y Tito.

Año de Christo 63-65 o 66 posible hasta 66-68 El Martirio en Roma.

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