Cabeza. Confesando que son pecadores y merecen morir. De este modo, sustituirán a la víctima en lugar de ellos mismos y obtendrán el perdón. En el holocausto, (ver. 15,) y la ofrenda de paz, (ver. 19,) imponen sus manos, habiéndolas lavado primero) y pronuncian alguna oración. (Calmet)

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