Las horas indicadas para la oración se establecieron tanto en la ley antigua como en la nueva. De esto escribe San Cipriano: "Al celebrar sus oraciones, encontramos que los tres hijos de Daniel observaron la hora tercera, sexta y novena. Así, después, a la hora tercera, el Espíritu Santo descendió sobre los apóstoles, cumpliendo la gracia de la promesa de nuestro Señor: a la hora sexta, cuando Pedro subió al aposento alto de la casa, fue instruido tanto por voz como por señal de Dios, que todas las naciones debían ser admitidas a la gracia de la salvación, de la cual antes dudaba; y nuestro Señor, siendo crucificado a la hora sexta, a la hora novena lavó nuestros pecados con su sangre.

Pero para nosotros, además de las estaciones observadas en la antigüedad, los tiempos establecidos para la oración se incrementan; porque debemos orar temprano en la mañana, para que la resurrección de nuestro Señor se celebre con la oración de la mañana; por la mañana temprano estaré delante de ti, por la mañana temprano oirás mi voz. (Salmo v.) También hacia la tarde, cuando el sol se pone, es necesario que oremos de nuevo "(De Orat. Dom.

No. 15) San Jerónimo, escribiendo a Eustochia, una virgen y una religiosa, (ep. 22.) dice, "aunque los apóstoles nos piden que oremos siempre, y, para las personas santas, su sueño es la oración; sin embargo, debemos tener distintas horas para la oración, de modo que si tal vez estamos ocupados de otra manera, el momento mismo pueda amonestarnos de nuestro deber.La tercera, sexta, novena hora, mañana temprano y tarde, ningún hombre puede ignorarla.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad