San Pablo, habiendo obtenido la libertad de hablar, extiende su mano derecha, quitándose el manto. Debemos recordar que San Pablo todavía llevaba sus cadenas a su alrededor, esas cadenas en las que se gloriaba; (ver. 26.) es necesario suponer, por tanto, que sólo su mano izquierda estaba atada; o, lo que es menos probable, que estas cadenas no estuvieran tan apretadas ni tan pesadas como para dificultar el fácil movimiento de la derecha. Apuleyo observa que los oradores en esta acción cerraron los dos dedos más cortos y extendieron los otros. (Calmet)

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